"El amor en los tiempos del cólera"
Sobre la enfermedad no solo se han escrito diagnósticos y recetas, también literatura.
En el Antiguo Testamento (Libro de Samuel II-24), Dios le da al rey David la elección entre tres castigos: siete años de hambruna, tres meses de guerra o tres días de peste.
Boccaccio (1313-1375) también afectados el drama de la peste negra en sus Cuentos del Decamerón, donde un grupo de diez jóvenes -siete mujeres y tres hombres refugiados en una villa a las afueras de Florencia para huir de la epidemia- narran cien historias durante 10 días.
Edgar Allan Poe ("La máscara de la muerte roja") y Jack London ("La peste escarlata") se basaron en la llamada Muerte Roja.
Albert Camus narra las consecuencias del aislamiento de toda una ciudad, lo cual pone de manifiesto lo mejor y lo peor que cada uno de sus ciudadanos lleva dentro: sus miedos, traiciones, individualismo, pero también la solidaridad, la compasión, el espíritu de colaboración con el prójimo en tareas comunes, en “La peste” (por primera vez en ebook, digital, en estos tiempos ...)
José Saramago narra cómo un hombre parado ante un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente, y esa “ceguera blanca” se expande fulminantemente y los ciegos pueden enfrentarse con lo que existe de más primitivo en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio. El autor alerta sobre “la responsabilidad de tener ojos cuando otros perdieron” en “Ensayo sobre la ceguera”
Y finalmente, y más cerca de nuestros días, "El amor en los tiempos del cólera". Gabriel García Márquez casi siempre empezaba sus relatos con una muerte, quizás como un conjuro, quizás porque creía que si el personaje seguía vivo, el lector salteaba todo hasta el final para ver como moría, y eso era permitir que el lector huyera ... a buscar al autor… ¿adónde?
“El amor en los tiempos del cólera” no solo no es la excepción, sino que duplica su método.
Por una llamada telefónica el doctor Juvenal Urbino se entera del suicidio de su amigo, el fotógrafo Jeremiah de Saint Amour que se negaba a envejecer y él mismo se rompe el cuello al caer de un árbol tratando de capturar al loro que era la mascota del suicida, y el tiempo de su propia muerte le impedirá asistir al funeral de Jeremías.
La esposa del doctor Urbino, Fermina, parece serena en el velorio de esa noche. Un hombre llamado Florentino Ariza aparece y se ofrece a ayudar. Al final de la noche, Florentino confiesa a Fermina que está enamorada de ella y que así ha sido durante los últimos cincuenta años. ¡Pero qué locura! Fermina, molestísima, lo echa de la casa.
La narrativa retrocede a medio siglo antes y ahí conocemos al adolescente Florentino Ariza, y también al joven médico Juvenal Urbino, que está obsesionado con erradicar el cólera, la enfermedad que le quitó la vida a su padre. Así conoce a Fermina Daza al ir a su casa a atenderla por un posible caso de cólera que no padecía.
Y ... hasta aquí llego, y los dejo a ustedes ...
Ojalá que alguna vez lo único contagioso sea leer.
Si no, vean la película en la cual hay una canción hermosa, "Hay amores". Tan hermosa que así suena aún con Shakira. Claro con una pequeña ayuda de sus amigos que no son hijos de Liverpool: nuestro gran Pedro Aznar y el brasileño brasileño Antonio Pinto, autor de la música de esa película inolvidable, Ciudad de Dios.
Así cualquiera, dirán los mal pensados.
Pero eso es otra cólera. La femenina.