Puede ser un libro un refugio ontológico para las narrativas antinormativas del afecto? ¿Puede ser la escritura una forma del duelo para los cuerpos desechables? ¿Puede la teoría ser el latido urgente de los placeres descartados? Este puñado de textos bordea estas preguntas, pero sobre todo las desborda con una sensibilidad política forjada desde los feminismos prosexo, la disidencia sexual y la teoría queer, un sentir fraguado al calor y la incertidumbre de la vida en tiempos conservadores y de gobernanza neoliberal, entre la lágrima, el gemido, la muerte, el fracaso, el fuego.


    Sentirse precari*s es una fórmula crítica que, sin enredarse en la prescripción de manual, perturba muchas de las formas de pensamiento existentes sobre los afectos, a la vez que desorganiza los modos de comprender las sexualidades, los cuerpos, el tiempo, las narrativas, los nombres. Mediante deambulaciones espectrales de cuerpos sobrevivientes y el despliegue insurgente de una ética de los placeres, propone un mapeo de aquellas formas de precarización que resultan de las matrices de afectos y eroticidades disponibles en escenarios situados donde la violencia normativa produce nuestros cuerpos.


    Un puñado de textos arrojados a desordenar la sensibilidad de la economía afectiva neoliberal a través de diversos objetos culturales, como el porno, la cumbia, el cine, las marchas, rastreando sus formas hegemónicas así como también aquellas que las resisten y disputan. Textos que se preguntan apasionada y dolorosamente por los cuerpos que no califican como deseables y se les niega su derecho al placer sexual, lo que puede resultar en diversas formas de violencia sexo-genérica. O por aquellas experiencias de diversidad corporal que resultan excluidas del espacio público y marcadas violentamente por el reconocimiento estatal. O por todos esos cuerpos que encarnan otredades, signados por la clase, la raza, el territorio y el género, con los que las formas de precarización gubernamental se ensañan de manera particular.


    Así, cada texto aviva un temblor, esa mutación perturbadora que obliga a cambiar de terreno de forma brutal, en las formas hegemónicas de los afectos liberales y las retóricas triunfalistas del asimilacionismo gay. Este estremecimiento recorre otras sensibilidades que quedan fuera de los marcos de inteligibilidad social, para proponer y revelar posibles fugas, agencias, interrupciones, formas de insurrección, que hagan lugar a otros duelos, lazos de amor y eroticidades disidentes, otros modos de mirar la ansiedad y sopesar el fracaso.


    Lo precario opera como registro sensible de una experiencia histórica, definida en gran medida por el desmantelamiento de las protecciones, imaginarios y seguridades sociales del estado. La precariedad de la vida se inscribe en estas páginas como un doblez, por un lado, como exacerbación de la vulnerabilidad, exposición al peligro, inestabilidad e incertidumbre, que imposibilita garantizar la permanencia corporal en el tiempo, y por otro, como procedimiento estético-político que crea nuevos espacios de experimentación ante el desfondamiento de las gramáticas disponibles y la gradual mitigación del universo de las identidades. 


    Desde esta perspectiva se erosionan los márgenes del sujeto liberal de los discursos en auge sobre los afectos, que tienden a la individualización dela política de las emociones. Contra el individualismo posesivo y la afanosa fantasía de transparencia de los afectos, contra una racionalidad que anuda éxito, esfuerzo personal y desvinculación comunitaria, aparecen en estas líneas sujetos desposeídos, extáticos e interdependientes.


    Porque los afectos, contra cualquier idea de un naturalismo reactivo, un realismo fenomenológico o un reducto psicologicista, son parte de un programa político específico. Los afectos no son nuestros, tampoco están en los otr*s, no nacemos con ellos sino que llegamos a sentirlos como propios. Se encuentran entre los cuerpos, entre los marcos de inteligibilidad que hacen vivible (o no) ciertos sentimientos. Y es justamente esa figura del entre la que recorre estos ensayos, poniendo en el centro la relacionalidad de los afectos y su circulación entre los cuerpos. Un entre que desarma los binarismos de interioridad/exterioridad, mío/tuyo, buenos/malos, positivo/negativo, público/privado, éxito/fracaso, que se suelen asociar a una trama sentimental. “Ese lugar del vértigo existencial de la distancia radical del tú, de aquella otra que tú y eso que reunimos alrededor del yo; ese asunto del entre”, dirá Bhabha (2002).


    En estos textos se puede sentir que se siente como una interferencia provocativa que colisiona con la producción de normalidad de la escritura académica, al frotar las palabras con los espinosos interrogantes que perforan la propia existencia, al desintegrar los vocabularios liberales que nos hieren y al desprogramar los libretos del destino que nos depara vivir como y con ciertos cuerpos. Porque entre cada palabra de estas escrituras se percibe el aliento de las amigas travestis muertas, nos salpica la sangre de los pibes chorros fusilados por la policía, nos quema el fuego de la ira política de esas madres que duelan de manera pública y celebratoria la vida de esos pibes, nos sacude el pulso minúsculo de las vidas con baja sintonía anímica. Si la subversividades el tipo de efecto que se resiste al cálculo, como dice Butler, aquí la sensibilidad se vuelve urgencia de pregunta, zamarreando y exacerbando los límites de una paciencia que termina siendo un privilegio –heterosexual- para esos cuerpos que no están en peligro inminente de desaparecer.


    La experiencia corporal de los afectos que se registra en estos textos tiene una íntima vinculación con su economía escrituraria disidente, como contraste intensivo con una política afectiva heterosexual. El propio cuerpo de quien escribe es escenario de preguntas sobre la no monogamia, la promiscuidad marica, el fracaso queer, la infelicidad gay, la deseabilidad abyecta, el desperdicio social, el morir político, las historias pulverizadas, los futuros dañados. Y la teoría se enciende como insurgencia política cuando podemos pensar nuestra condición de sobrevivientes y aquellas condiciones de quienes no sobrevivieron, tornándose objeto afectivo como producción cultural feminista y queer que sobrevive como una fuerza de desarreglo a la sensibilidad de una política del saber institucional.


    En las narrativas de los afectos está en juego la propia vida, las propias condiciones de vida, nos advierte este libro. La dimensión temporal de los afectos cobra una relevancia inusitada, ya que supone una relación específica con el tiempo. La precariedad entonces se vuelve un sentir como experiencia temporal de inestabilidad, embargada emocionalmente por la sensación de que la vida presente puede acabar en cualquier momento. La precipitación de un ahora como un estado de emergencia frente al exterminio selectivo de ciertos cuerpos nos compromete a imaginar otra ontología emocional, que dispute la temporalidad normativa de los cuerpos. De ese modo, sentirse precari*s puede ser una oportunidad de alianza corporal que articule las vivencias afectivas específicas de los tiempos dislocados, “que amplíe lo que entendemos por nosotros” (Butler, 2017).


    Un puñado de textos como un ritual comunitario que desata enérgicos micro gestos para esparcir otras ocasiones de agenciamientos políticos, estéticos y emocionales en el reticulado normativo de los cuerpos al interrumpir los relatos hegemónicos sobre los afectos que la precarización inscribe sobre la carne. Desde sus excedentes rebeldes y desacomodaticios, sentirse precari*s abruma la capacidad crítica de leer, desafía las convenciones sobre la lectura de los afectos, demanda nuevas posibilidades de reconocimiento y, fundamentalmente, la creación de una nueva condición de conocimiento para la materialidad sígnica del sentir y el cuerpo que nos hacemos. 


    Este puñado de narraciones sobre los afectos que esquivan la hegemonía heterosexual abre un hiato en el tiempo neoliberal, una pregunta en el hueso de una espera que se resiste al futuro, un futuro al que solo podrán acceder quienes borren las dolorosas huellas de la abyección o cumplan con las credenciales de admisibilidad al mundo de la normalidad. Contra ese borramiento trabajan estas palabras, que se obstinan en la indocilidad del pensar feminista para hacernos otros afectos posibles.

Val Flores