Despedida de Joan Manuel Serrat: en algún momento todos lloramos
En un Estadio Kempes transformado en "living familiar", 14 mil personas dijeron adiós al amigo que aseguró que "el tiempo se terminó para mí, pero de ahora en adelante todo es futuro".
Luego de su primera presentación exitosa en Rosario, llegó este martes el esperado show en Córdoba.
El Estadio Mario Alberto Kempes, en reemplazo de un Orfeo que cientos de veces fue el escenario ideal para éste y tantos artistas. Sin embargo, la noche estuvo magnífica, como adhiriendo a un encuentro ansiado y temido al mismo tiempo. Las contradicciones que provoca este tipo de despedida.
Destacamos la buena organización que facilitó el desplazamiento de personas con dificultades, sin embargo, hubiera sido oportuno que se dispusiera de entradas y ubicaciones preferenciales para personas mayores que conforman una gran comunidad admiradora de Serrat, como una atención a la ancianidad que considera con tanto ahínco en algunas de sus canciones.
“El vicio de cantar/Serrat 1965-2022” fue un recital de las familias, abuelos, nietos y sobre todo hijos e hijas que regalaron entradas a sus padres, en homenaje a aquella infancia que seguramente transcurrió con la música del “Nano” sonando en la casa, a veces con el disgusto de los entonces niños.
A las 21,45, Joan Manuel Serrat saludó reflexionando que "somos mediterráneos, sin paella pero con un cabrito…" y uniendo en una frase conciliadora a "Manuel de Falla, que eligió esta tierra para vivir y escribir… y la Mona Jiménez!". Las imágenes del comienzo y algunos testimonios de los espectadores.
Remarcó la larga y fuerte relación que lo une a nuestro público “a pesar de cierto recital de hace años en que un Sr. cuyo nombre no me acuerdo, sobrevendió entradas…pero luego vine y demostramos de qué madera estamos hechos", haciendo alusión al recital que dio gratis en 1996 en compensación a las 3.000 personas que quedaron sin poder ingresar por sobreventa de entradas en junio de 1995 y que había generado tanto disgusto.
“Dale que dale” fue el tema energizante que dio comienzo al espectáculo, mientras el público le gritaba a viva voz su amor inquebrantable. Luego, la canción “El carrusel del Furo” a la que siguió una historia emotiva sobre su abuelo, el “Furo" de su familia. Y allí nomás nos impactó con “Romance de Curro el Palmo”. Siguió un cuestionamiento divertido a su bella canción ”La mujer que yo quiero” de la que cantó un fragmento a capella, señalando que no se bañaba en agua bendita, sino en “gin-tonic”, como la Reina de Inglaterra de la que hizo comentarios divertidos.
Y con él cantamos: “Algo personal”, “Lucía”, “No hago otra cosa que pensar en ti”, “Para la libertad”, “Las nanas de la cebolla” y “Tu nombre me sabe a hierba” en un tándem de clásicos al que quizá le faltó el oportuno para el momento “De vez en cuando la vida” …pero tal como él dijo, deberíamos haber permanecido cantando hasta que salga el sol…
Reflexionó sobre el valor de las canciones y las fantasías que generan sus decires y personajes y en varios momentos del recital hizo alusión a la muerte, de manera discreta, respetuosa y humorística con la elocuencia precisa que lo caracteriza.
Un pasaje especialmente emotivo provocó el recuerdo de su madre y “sus labores” con referencia a las interminables tareas hogareñas, previo a entonar en español y catalán" Canción de Bressol", basada en una “nana” que ella le cantaba .
Y nos conmovimos con "Es caprichoso el azar", acompañado por su violinista Úrsula, que “es una caja de sorpresas”, la elogió a la muchacha que además de virtuosa violinista cantó maravillosamente.
Oportuno y gracioso, a mi gusto, fue el juego de imágenes sobre la imagen de La Gioconda, en la pantalla gigante cuando llegó el momento de “Hoy puede ser un gran día”, invitando a soltarse y disfrutar.
Y siguió “Padre” increíblemente vigente en su descripción de una tierra devastada que resultó anticipatoria ya que fue escrita hace más de 50 años, cuando no se hablaba del daño causado al medio ambiente como lo hacemos en la actualidad.
"Mediterráneo", “Aquellas pequeñas cosas”, “Cantares” que hizo explotar el auditorio que ovacionó durante minutos con canto de hinchada. Allí nomás nos sacudió de emoción con “Esos locos bajitos” y no pudimos evitar pensar en que la canción sigue teniendo tanta razón como cuando fue creada. Aunque el audio tiene el sonido de “casero” compartimos esos minutos vibrantes del show
Ya se presagiaban el final, sin embargo quedó lugar para : “Penélope” de la que contó su origen en el personaje retratado por Homero en la “Odisea” al que él, Serrat, imaginó otro final no tan paciente, y el cierre ritual que todos entendimos que era un final inevitable con “Fiesta”.
“Se acabó, el sol nos dice que llegó el final, por una noche se olvidó que cada uno es cada cual. Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta”.
Para quien se haya quedado con ganas o quiera “repetir” quedan sus fechas en el Movistar Arena de Buenos Aires: 19, 20, 25, 26 y 29 de noviembre.
Mientras tanto, anoche, en Córdoba, a lo largo de más de dos horas, fue un tiempo interactuado entre un artista querido, generoso, banda sonora de tantas vida y un público diverso, dispuesto a pasearse por todas las emociones que lo llevaron de la ovación a la lágrima, del abrazo con quien estaba al lado, a la comunión de canciones que sabemos todos.
Se despidió del escenario un amigo, se va vivo, lúcido y recreando una alianza que a partir de ahora tendrá otros matices, porque de nuestras vidas, Serrat no se irá nunca.