El pogo, la euforia, los gritos y la alegría se frenan un segundo. La banda deja de sonar, se miran arriba del escenario con cara de desconcierto, intentan seguir pero no se escucha nada. A mitad del show, casi como un intervalo, ese corte será la anécdota de cualquiera que haya ido a ver a El Cuarteto de Nos en Córdoba el 25 de agosto.

“¡Remeras¡ ¡Todos los talles! ¡Transferencia chicooos!”, se escucha en la puerta de Quality Arena. Las frases que hay estampadas son todas de Lámina once, el disco que le da nombre al tour de El Cuarteto de Nos. Solo muy de vez en cuando se encuentra una remera que reza “Cuando sea grande” y se lleva todas las miradas. Los $5000 que cuesta hacen dudar a algunos, pero la venta se mueve, igual que el ingreso que es rápido.

El predio está repleto. La valla del frente, el último metro de campo y las plateas del fondo. Sin embargo el público está tranquilo y se puede caminar sin problemas. Lo que más se ve son familias con niños y niñas que caminan y otros, más tranquilos, van en hombros.

21.15 se apagan las luces y lo que parecía tranquilo se convirtió en aplausos y cantos de “Cuarteeeeto. Cuarteeeeto”. Los músicos se ubican en sus lugares, el público se contiene y explota en gritos cuando, corriendo, entra Roberto Musso. El lider del Cuarteto de Nos está vestido con zapatillas deportivas negras, un pantalón engomado, también negro, que le queda suelto, una camisa de plush violeta y sus característicos rulos.

Igual que Lámina once, el show arranca con Flan, la canción que dice que nada es real “hasta que sale en Youtube”. En pleno solo de guitarra Roberto grita “Buen día Córdoba”, y después de un segundo de sorpresa el público le responde.

Roberto Musso. Foto: Nico Defilippi

La lista sigue con tres clásicos que hacen delirar a la gente. El hijo de Hernández (que fue sin dudas la canción más coreada), y al instante, sin pausas, Ya no se que hacer conmigo y Lo malo de ser bueno. La seguidilla de hits dejó cansados a todos y fue cuando el frontman de la banda aprovechó a saludar. "Perdóneme que estuvimos demorados en hablar, pero estuvo un poco movido el inicio del show”, empezó. Agradeció a quienes habían viajado para ver el espectáculo y, para terminar, se ganó el amor del público cuando contó que Córdoba “nos hace acordar a nuestra querida Montevideo”.

“Me ilumina esta paz de no tener que hacer las cosas solo para figurar”, dice la letra de Anónimo, que es como continúa el recital. Al menos por esa canción y la siguiente, la manía por publicar absolutamente todo en redes va a disminuir, pero parece imposible ver el show sin que sea a través del teléfono de otro que graba adelante.

En un segundo Roberto desaparece, el micrófono lo tiene Santiago Tavella, el bajista, y al bajo lo toca el tecladista, Santiago Marrero. Es la hora de Enamorado tuyo, que termina con el estribillo de Jijiji de Patricio Rey para que el público aplauda aún más una gran versión de la canción de amor del Cuarteto. A la banda la completan Álvaro “Albin” Pintos en la batería y Gustavo “Topo” Antuña con la primera guitarra. 

Santiago Tavella cantando Enamorado tuyo. Foto: Nico Defilippi

“Santi, el tecladista, soñó que cuando terminaba de cantar Cuando sea grande, lloraba”, dijo al final de la canción Musso que recibió un coro de “Robeeeerto” mientras se secaba unas pocas pero sinceras lágrimas. Después de esos clásicos la lista continuó con Frankenstein posmo, Fiesta en lo del Dr. Hermes y Mario Neta.

Llega el momento de Maldito show, la canción que mejor dejó ver el uso de pantallas de la banda. La letra aparece, igual que en el videoclip, en dibujos de carteles luminosos, en portadas de diarios, en rotativas y hasta en banderas. Cuando está por explotar el último estribillo, el pogo más grande, y por desgarrarse las gargantas, el sonido se corta de la nada. Las caras de sorpresa invaden todo el espacio, mucho más arriba del escenario donde solo se escuchaba la batería “de aire”. El público termina la canción y se lleva el aplauso de la banda.

Son 20 minutos de incertidumbre. La cantina se llena, los más fanáticos cantan Invierno del 92 completa, la fila de los baños se hace otra vez eterna. Cuando Roberto pisa el escenario pide perdón por “los problemas técnicos”. “Justo les estaba contando del maldito show y pasó esto. La empezamos de vuelta”, dice y arranca otra vez el tema.

Suena Cinturón gris, el hit de Lámina once y desata un nuevo pogo que se va a calmar con Contrapunto para humano y computadora, que Musso canta casi como una payada contra una PC que escribe los diálogos electrónicos de la canción. Después vendrán Rorschach, la famosísima No llora y Hombre con alas.

Cuando Alemania ganó el mundial de 2014, sus jugadores festejaron en Brandenburger Tor con una coreografía en la que los “gauchos” caminaban agachados y los alemanes bien derechos. Al ver eso por televisión, Roberto Musso le prometió a su esposa hacer una canción que comience con la frase “Este gaucho no se agacha”. Comienza Gaucho Power.

Ahora suena Miguel gritar, pero solo es la previa de la canción que ya la gente había cantado sola, Invierno del 92. Más pogo, más gritos y una sincronización perfecta entre la velocidad de la voz de Roberto Musso y las voces del público.

Como un repaso de sus discos desde el 2006, lo último que dice antes de irse la banda es: “Acá todos somos medio raros, bipolares, porfiados. Nos gustan los jueves. En la noche hablamos con nuestro espejo. Vamos por la vida como zombies. En la lámina 11 solo vemos manchas. Y aunque el Dr. Hermes nos invite a su fiesta no vamos nada porque la fiesta estuvo acá en el Quality. Esa fue la última canción”.

Después de dos o tres minutos de silencio reaparece Musso pero sin rulos, con un pasamontaña, y canta Buen día Benito. El final del show es, como no puede ser de otra forma, con Yendo a la casa de Damián. “Por que me cuesta tanto llegar”, se diluye en sonidos que se van apagando de a poco. 

El Quality Arena se vacía poco a poco. El Cuarteto de Nos seguirá con su gira por Tucumán y Salta, pero Córdoba ya está esperando que vuelvan otra vez, ya que tanto los hace acordar a Montevideo.