Honestidad Brutal: caos, desmesura y autobombo bajo el sello Calamaro
Cínico, incorregible, decididamente poético. La acidez del tango y el exceso del rock sobrevuelan el disco doble de Andrés Calamaro. Un objeto extraño en el que participaron Virgilio Expósito, Diego Armando Maradona, Pappo y Mariano Mores. De 100 canciones que el autor dice haber escrito entre 1998 y 1999, empujado “por cantidades industriales de cocaína”, fueron seleccionadas 37. Están a la venta los tickets para el show en Plaza de la Música.
¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido?/ Yo que soñaba despierto ya no sueño dormido.
Los primeros dos versos de un disco de 37 canciones, una por cada año del autor al momento de su creación. Dos horas veinte condensadas en esas dos primeras líneas de El día mundial de la mujer. "La brevedad es hermana del talento" es una máxima de Antón Chéjov que Calamaro minimiza.
El álbum pudo haber sido grabado en el plazo de una semana, como ya ha dicho Calamaro, “pero entonces el año hubiera sido demasiado largo”. Aeropuertos, estudios de grabación en distintos países, el desconcierto del jet lag, las adicciones. Honestidad Brutal iba a lanzarse inicialmente como Aterrizaje forzoso, un título -digamos- demasiado explícito. ¿Cuánto falta para llegar a cualquier lugar?
¿Quién está preparado para ser un chico abandonado?
Admirador de Bob Dylan, a quien le ha robado imagen, y de la literatura y el cine de la generación beat, Honestidad Brutal tiene su cuota de road movie y no-lugar: las grabaciones y mezclas se hicieron a locas entre Buenos Aires, Miami, New York, Madrid. Lo ha dicho AC: "Eran días de 72 horas".
"Eran días de 72 horas… lo único que no hicimos fue comprar armas de fuego. Afortunadamente. Hubiera sido interesante armarnos como grupo revolucionario. Supongo que gastamos la plata en otras cosas"
Andrés Calamaro es una máquina de inventar mitos (propios). Artista y gerente de marketing en simultáneo, no es preciso determinar cuál es su perfil más sofisticado. Encantador de serpientes, Calamaro cultivó con paciencia una incorrección muchas veces gratuita, irritante:
“Había tanto de todo en la que, según dicen, fue la grabación más cara de la compañía de discos. Y advierto que me pagaba mis gastos personales. Es el lugar más alto para un disco, elegimos 37 de 100 posibles, trabajamos mucho en todas, demasiado. Fueron tres días de `miedo y asco en Las Vegas´, multiplicados por treinta o por trescientos. Literalmente".
Después del éxito que significó Honestidad, el Calamaro gerente de marketing logró convencer a Warner Music Argentina para lanzar un disco quíntuple. Al filo del cierre de siglo, cuando las olas de la crisis social y económica agitaban el horizonte, publica El salmón (2000): un rotundo fracaso comercial. Un ladrillo de 104 canciones, cinco CD, un álbum que probablemente nadie, incluido el propio autor, haya escuchado por completo. ¿Será como dice el ruso, que la brevedad es hermana del talento?
"Es tarde se hizo de día/ Menos mal que está nublado". Dos estados sucesivos conviven a lo largo de Honestidad Brutal. La euforia y el dolor que se abre cuando la euforia baja. Si el revés de las drogas es el dolor, aquí el compositor escribe en caliente, días y noches, alternando estados. Se muestra vulnerable y arrogante a la vez: ¿es ésa la ética del rock, si es que de ella algo queda?
Un objeto extraño en el que despuntan rumbas catalanas, reggaes, funk y tango. Con las guitarras eléctricas bien al frente, como Andrés Calamaro entiende que debe sonar el rock, el álbum es ecléctico en cuanto a ritmos y coherente en su balance final, un mismo sonido para los 37 tracks.
La batería marcando el pulso en prácticamente todo el disco, y las guitarras eléctricas al frente variando la distorsión conforman un cedé netamente rockero: no importa si corren por él rancheras (Socio de la soledad) folk (Son las nueve) reggae (Las dos cosas) o funk (Aquellos besos):
El disco logró buena repercusión en un momento donde la música inscripta en objetos se asomaba al abismo. El CD doble necesariamente tuvo su gesto de incorrección: en declive por la masificación del uso del mp3, la discográfica quedó satisfecha con la performance de Honestidad, en un contexto de pobreza creciente en Argentina.
AC transita sin sonrojarse la autorreferencia: Si te dicen que duermo de día es verdad, y es verdad/ No te olvides que soy grande porque tengo multitudes que me esperan afuera. Chacarera cruzada con rumba flamenca:
Honestidad Brutal llegó a las disquerías el 16 de abril de 1999. Confluyen en él figuras de otros palos y generaciones. Mariano Mores compone con Calamaro esa joya que es Jugar con fuego. Maradona participa de la fiesta -no se pierda ninguna- y tiene su propia canción. Virgilio Expósito acompaña para otra versión de Naranjo en flor. Grandes lujos que se dio el alma bohemia de Calamaro.
“Confundido por el deseo o intentando sobrellevar relaciones largas, secuestrada mi soledad magnífica por proyectos que en perspectiva parecen desproporcionadas quimeras sociales. La única cura para un corazón indomable es la soledad, pero reconocerlo da vértigo. Como ocurre a los enamorados, pienso que nos conocimos un poco tarde en la vida. Vida que tampoco tiene cura”. La Honestidad Brutal de quien va a contracorriente.
Disco completo en Spotify:
Aquí, completo en YouTube.
#UnDiscoParaElFinde
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Edición video de portada: Lucas Schiaroli