Imágenes paganas: el cine documental de Alejandro Fernández Moujàn
La idea de esta entrega es observar, analizar como en la producción documental del director Alejandro Fernández Moujàn (fundamentalmente en sus últimos dos documentales Espejo para cuando me pruebe un smoking y Pulqui. Un instante de felicidad en la patria peronista) se producen ciertos cruces temáticos que sirven para analizar la vitalidad y vigencia y que tiene el documental político hoy en nuestro país.
Vigencia dada por las crisis políticas de las últimas décadas que ha merecido la atención de un grupo de artistas (documentalistas consagrados y no tanto) creando un movimiento intenso con propuestas que merecen ser tenidas en cuenta y que retoma cierta línea de trabajo documental iniciada en los años 60 por Solanas, Gettino y el grupo de cine Liberación) y, que hoy tiene su continuidad temática, estética y narrativa con "nuevos realizadores" configurando un nuevo mapa audiovisual en donde se registran, se elaboran y se piensan los orígenes, los efectos y las consecuencias de esas crisis.
Un movimiento cultural que revitaliza ciertas ideas puestas en marcha décadas atrás y que por los vaivenes sociopolíticos hoy vuelven a instalarse en las maneras de hacer cine documental en el país.
Prueba de ello son los colectivos Asociación Documentalistas de la Argentina (ADOC), Cine Insurgente, Boedo Films, Movimiento de Documentalistas entre otras y los Festivales dedicados a la difusión de su producción.
Es así que a partir del 2001 (es más desde el 19 y 20 de diciembre) lo que se observó en el campo del arte en general es un cambio de paradigma en cuanto a los modos de procedimiento y de hacer arte en la Argentina que de alguna manera vinculó a determinados grupos de artistas con la realidad social y los obligo a salir del atelier, del escritorio y de los estudios de filmación para ponerse en contacto con lo real y trabajar con los efectos de la crisis.
Como plantea Andrea Giunta en su libro “Postcrisis. Arte argentino después del 2001" lo que se vio fueron formas de trabajo que se pueden manifestar a través de distintos mecanismos y resultados, pero la matriz asociacionista existe desde hace muchos. En esos años postcrisis prácticamente un artista se presentaba a sí mismo como parte de un colectivo, aunque siguiera existiendo la actividad del taller. La otra gran discusión es si todos los colectivos hacen y son lo mismo. Una aproximación más detallada y seria deja ver cada colectivo tiene su poética y que articula las formas de desarrollarla de distintas maneras, por ese hecho de juntarse a trabajar no implica que hacen lo mismo. Los grupos colectivos fueron construyendo una dinámica del campo estético muy intenso en esos años a lo que uno debe aproximarse como se hace con una obra: preguntándose por su poética, que es lo que está buscando a través de sus prácticas, como las organiza, como las trabaja”
Claves de una obra plástica
En “Espejo para cuando me pruebe un smoking” la idea del documental es registrar el proceso total de producción de una obra artística siguiendo, cámara en mano, a quien piensa, produce y crea la obra en cuestión desde el surgimiento de la idea, la génesis de la obra, pasando por todas las etapas que dicho trabajo necesita hasta presentar la obra concluida (o mejor dicho expuesta al público) en la galería de arte o centro cultural.
Es este trabajo que lleva adelante Fernández Moujàn eligiendo como objeto de seguimiento al artista plástico Ricardo Longhini quien a partir de los acontecimientos ocurridos durante el 19 y 20 diciembre del 2001 en Capital Federal intenta dar cuenta de los agitados de revuelta popular y crisis política construyendo con restos de balas, banderas rotas y todos los despojos que han quedado esparcidos en las calles después de esos días, un testimonio que muestre lo que allí sucedió.
Mediante el rejunte de estos RESTOS Longhini piensa dar voz a los que participaron en la contienda callejera en esos violentos días. Esos INDICIOS se vuelven huellas y marcas que a partir del armado de la obra serán testigos directos de lo que ocurrió en el frente de batalla y permitirán leer los acontecimientos ocurridos desde otro lugar.
Allí se produce el cruce entre política y arte, y es donde podemos observar cómo “lo político” instituye la obra que después permitirá al espectador pensar y reflexionar también.
Y la cámara de Fernández Moujàn registrando todo eso para profundizar el punto de vista, proponer la lectura del acontecimiento y lo producido estéticamente ampliando la mirada.
Es así que, mediante estos RESTOS, DESPOJOS y porque no decir espectros o en fantasmas en palabras de Daniel Link, que utiliza Longhini para armar sus cuadros o esculturas (no lo sabremos hasta promediar el documental ya que asistimos al proceso creativo en pleno y sus múltiples operaciones de comienzos, correcciones y recomienzos).
Fernández Moujàn propone un relato o una manera de explicar aquellos días que se acompaña del trabajo del artista plástico mixturando texturas y pliegues que contextualizan lo sucedido en ese tiempo histórico que supera la mera discusión y es aquí donde los caminos del cine y la plástica se cruzan para establecer un diálogo que permita brindarnos una explicación sobre como el arte ( en este caso la plástica) puede indagar a presente mediato y a partir de él (o mejor dicho junto con él) reflexionar sobre un estado de cosas que intervienen en la lectura de la historia.
Instala desde la cámara otro sitio desde donde mirar, desde donde enfocar el punto de vista y ese sitio de la mirada propone otra manera de ver las cosas y, por ende, otra explicación.
Creo que el título tentativo de la película que después no prosperó “Contingencias” da cuenta de lo que el documental intenta proponer y sitúa a la obra plástica de Longhini y a la audiovisual de Fernández Moujàn dentro del arte que se diò a partir del 2001 y que Andrea Giunta lo denomina como “arte de la postcrisis y que según la autora “ tiene que ver con visualizar el momento “después de de” el quiebre del 2001 en la cual los distintos sectores sociales se fueron rearticulando, reorganizando y se diò un proceso de crecimiento, de entusiasmo, de creencia compartida de lo que cada quien hacia contribuía a mejorar las cosas. Creo que esa percepción el tiempo es lo que me gustaría llamar postcrisis”
Es a partir del rejunte de esos despojos, de esas “ruinas de la Historia” que Longhini construirá su obra y Fernández Mouján “documentará” el proceso artístico.
En esa discusión de ideas, en esas charlas entre artista y director, en esos viajes al taller de La Boca, a la galería (del centro a la periferia del arte si se quiere) y el armado de lo que se expondrá es donde se recupera la memoria histórica de una situación particular y podemos observar como esa memoria formará parte de las tramas que la obra contiene.
El título de lo expuesto por el artista da una idea al respecto de lo que venimos diciendo “Con la democracia se cura (balas)… se come (pipas). se educa (candados)”. La obra funciona como un recorrido por la democracia argentina desde 1983 hasta 2005 divida en tres etapas que dan cuenta de lo que significa la democracia para los argentinos y fundamentalmente para los que detentan el poder.
¿Despojos?
¿Ruinas?
¿Espectros?
Despojos, espectros, ruinas sobre los que se apoya la escritura de la Historia argentina reciente y urgente.
Preguntas que la obra intenta disparar contribuyendo a la reflexión sobre los efectos de la política y lo que sucedió en las últimas tres décadas en nuestro país.
La resistencia a borrar un pasado y los recuerdos de infancia.
Es así que como en el anterior trabajo del director analizado la importancia se dirigía a analizar los acontecimientos sociopolíticos de la crisis institucional del 2001 en este nuevo trabajo Fernández Moujàn va a acompañar, cámara en mano, a su amigo, compañero y colega en la cruzada artística de recrear un avión creado bajo la presidencia de Juan Domingo Perón y que es un orgullo que dicho periodo histórico ostenta en materia de avances técnicos para el país.
El Pulqui fue el primer avión a reacción diseñado y construido en la Argentina, durante la presidencia de Perón, en 1951; en 1955 un golpe militar derrocó a ese gobierno y el proyecto quedó sin terminar. Pero esta idea de retomar la construcción de aquel casi olvidado Pulqui vuelve a nacer en 2005, cuando el pintor Daniel Santoro decide realizar un singular objeto artístico: un avión Pulqui, a la mitad del modelo original, construido totalmente en aluminio. Además, el artista se propone hacer volar su construcción, y en esta aventura es acompañado por Miguel Biancusso, un maquinista de teatro: entre ambos tratarán de revivir aquel mito que tendrá su inauguración en la República de los Niños.
Este documental, ideado por Marcelo Céspedes y realizado por Alejandro Fernández Mouján, sigue el trayecto de la construcción de esa réplica de aquel Pulqui de la época peronista y se detiene en el entusiasmo de Santoro y de Biancusso frente a una ilusión que ambos desean llevar a buen término, mientras cuadros del propio Santoro y escenas de noticieros del tiempo en que Eva Perón recorría el país en su deseo de tomar contacto con los niños apoyan una época ya casi perdida en el tiempo.
La obra artística de Santoro recorre aquí aquellos años en que el peronismo ilusionaba a los chicos a través de prebendas y de promesas, elementos que se enraízan con el entusiasmo de ese pintor por retomar la idea de construir un nuevo Pulqui como recuerdo de un pasado que tuvo tantos entusiastas como detractores.
El documental, sin embargo, antes de enfocar la cuestión política intenta mostrar y testimoniar (una vez más) la pasión de Santoro y de su grupo de amigos para volver a hacer nacer aquel Pulqui que formó parte de un ambicioso proyecto de despegue tecnológico encarado por Perón entre 1945 y 1955.
Con una cámara que sigue los trabajos de la construcción de ese nuevo Pulqui y sobre la base de diálogos tan espontáneos como por momentos divertidos, este documental recrea uno de los episodios del gobierno peronista a través de la ilusión de un artista por reflotar aquel avión que tuvo su época de gloria y pronto olvido.
Es aquí donde la cámara ya no se interesa por explicar cuestiones que hacen al gobierno encarnado por Perón sino que intenta mitificar un tiempo pasado, un paraíso perdido que según ellos la Nación tuvo. Por eso la patria peronista del título, por ello la elección de Santoro como el artista a seguir en esta cruzada, en este juego de niños que intenta volver al territorio de la infancia donde la felicidad estaba a la vuelta de la esquina y en donde todo era posible.
Eso hoy no puede ser real por eso observamos en algunas escenas de la película imágenes de hoy, de cartoneros, de desempleados y de una realidad que golpea.
Por eso el querer hacer volar ese proyecto implica, para los artistas involucrados, un renacimiento, una vuelta al pasado y en definitiva una nueva posibilidad que el país se merece y que en la actualidad no tiene.
Mediante este proyecto del artista Daniel Santoro y la documentación de Fernández Moujàn pasamos a conocer la experiencia de un grupo de amigos, pero también la posibilidad de que cierto ideario peronista cobre existencia real en el presente y la felicidad se corporice de alguna manera mediante el despegue del Pulqui hecho por este grupo de entusiastas amigos.
Aquí los recuerdos, la memoria particular y grupal se convierte en las fuentes directas para construir una la mitificación de un pasado glorioso de la Argentina y que según ellos es necesario en la Argentina actual.
Una manera de reescribir la Historia, darle un testimonio personal, generacional y político a los acontecimientos pasados.
Y la cámara en este caso, enfoca la mirada hacia una cuestión particular y en una dirección ideológica especifica.