“Sin duda, el gobierno de Jair Bolsonaro ha sido pésimo en todas las áreas. Quizá el manejo despiadado de la pandemia ha ocupado la mayor atención de la prensa internacional y por supuesto que es entendible, dada la visión negacionista y anticientífica con que los sucesivos ministros de salud abordaron las políticas públicas sobre esta materia. Sin embargo, creo que el daño que se ha infligido a la educación en tres años será una terrible herencia con consecuencias sociales y económicas para las futuras generaciones brasileñas”.

Las definiciones pertenecen a Francisco Tamarit, ex rector de la Universidad Nacional de Córdoba, docente e investigador que además vivió más de 10 años en Brasil, país cuya realidad conoce con amplitud y del que a diario se informa por diversos medios.

Coordinador de la Conferencia Regional de Educación Superior en 2018, habitual participante en conferencias, seminarios y otros eventos bajo la órbita de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), Tamarit mantiene estrechos vínculos académicos con colegas de un Brasil cuyo presente lamenta y acerca del cual dialogó con Redacción Mayo.

-Las políticas de Bolsonaro provocaron una involución en muchos aspectos para Brasil, y la educación y la cultura también fueron blanco de ataques del mandatario. ¿Qué secuelas quedarán de estas prácticas?

-Como en nuestro país, la educación básica es sobre todo responsabilidad de los Estados (provincias) e incluso de los municipios, y esto mitigó parte del daño que se trató de infligir. Pero la situación es más crítica en el sistema de educación superior nacional de Brasil, conformado por más de 70 universidades federales que vieron reducido notablemente su presupuesto y violada la autonomía universitaria, con intervenciones arbitrarias, y han sufrido una campaña oficial de desprestigio. Sin duda, el sistema de federal de Brasil representa el sistema educativo, científico y tecnológico más potente de América latina y el Caribe, y por su liderazgo fue centro de formación de recursos humanos de todas nuestras naciones. Esta crisis que hoy vive trae serias consecuencias también para quienes luchamos desde hace mucho por articular los sistemas nacionales en un gran sistema regional. La política exterior de Bolsonaro atenta contra cualquier proyecto de soberanía tecnológica, en un momento en el cual el conocimiento y la innovación son herramientas indispensables para superar las profundas debilidades estructurales que padecemos.

-El gobierno brasileño instó a denunciar a los docentes que buscan “adoctrinar, en lugar de educar”. ¿Qué características adquirió esa persecución en la universidad?

-Cientos de colegas docentes de diferentes niveles de la educación sufren persecuciones judiciales, solamente por introducir en las aulas temáticas importantes y sensibles como las políticas de género, el sexo, las dictaduras militares o la defensa de los derechos humanos, entre otros, muchas veces, con la anuencia de integrantes del Ministerio Público Fiscal. Ya en su campaña electoral, alentado por una organización llama “Escola sem Partido” (Escuela sin Partido), Bolsonaro había prometido que prohibiría por ley estas temáticas. Parece una broma, pero es una dura realidad que nunca pensamos que volveríamos a vivir, cuando en la década de los ’80 comenzamos a retomar la senda democrática en toda la región. Es necesario estar atentos a lo que significan estos grupos de ultraderecha para la vida democrática de nuestros pueblos y, en particular, tener clara conciencia de las consecuencias que traen sus gobiernos.

-La cifra de estudiantes negros en las universidades brasileñas se retrajo en estos últimos tres años. ¿Qué dimensiones expresa este fenómeno?

-Yo creo que debemos admitir que parte de los problemas estructurales de América latina y el Caribe tienen su origen en nuestro pasado esclavista. Pensamos que esto es algo del pasado, pero sus formas sobrevivieron al período colonial, siguen latentes en nuestras jóvenes naciones y son muy difíciles de erradicar. Por lejos, es la región con mayores problemas de relaciones interpersonales, aunque creemos que somos pueblos amigables. En verdad, estamos atravesados por lógicas esclavistas, donde parte importante de nuestras elites siguen pensando que son dueños de la vida y del trabajo de las mayorías. América latina y el Caribe albergan el 8% de la población mundial y sin embargo aquí se cometen el 33% de los asesinatos. Y no sólo se explican en términos de delitos, bandas y cárteles, sino también por el odio que se promueve sutilmente, por el miedo a lo diferente y por las disputas sociales profundamente arraigadas en nuestra cultura.

- ¿Puntualmente, cómo se viven esas diferencias en Brasil?

-Los pueblos originarios, los afrodescendientes, los campesinos pobres y los habitantes de las periferias de las grandes ciudades son las principales víctimas, junto con las mujeres y las minorías sexuales. El Estado brasileño venía desarrollando un programa maravilloso de reversión de esta realidad por medio de la educación, y las universidades federales han sido pioneras y pilares de estas políticas públicas. Sólo garantizando el derecho universal a una buena educación podremos revertir estas ideas neoesclavistas y patriarcales que promueven racismo, discriminación, y mucha violencia.

-¿En qué consistía el programa para igualar oportunidades y cómo podría revertirse ahora, en el contexto actual?

-El programa consiste en garantizar cotas (cupos) en el sistema de educación superior público para todas las minorías subrepresentadas en el sistema universitario. Estas políticas, por cierto, han sido el blanco preferido de un presidente racista, misógino y violento como es Bolsonaro. Los diferentes ministros de Educación de los últimos tres años en Brasil no hicieron más que llevar a cabo los planes de atacar las “políticas de cotas”, amenazando a rectores y rectoras con desfinanciar las universidades e, incluso, con intervenirlas. Por suerte, la valentía de la comunidad universitaria ha sido un ejemplo para todo el mundo sobre cómo debemos enfrentar estos gobiernos violentos y retrógrados: siempre con firmeza, pero nunca cayendo en sus provocaciones. Muy importante, también, que hayan podido contar con la solidaridad explícita de todas las organizaciones universitarias de la región. En particular en nuestro país, contó con el apoyo del Consejo Interuniversitario Nacional, que reúne a las rectoras y rectores de todas las universidades públicas argentinas, nacionales y provinciales.

-Décadas atrás, fue testigo de la irrupción de Luiz Inácio Lula da Silva en la escena política de Brasil. ¿Qué recuerda de entonces?

-Descubrí a Lula en la década del ’80 del siglo pasado, siendo yo un estudiante de doctorado que vivía en Rio de Janeiro. Brasil acababa de volver a la democracia, había fallecido el primer presidente de la transición, Tancredo Neves, y la política brasileña, que hoy me fascina, por entonces me parecía inentendible. Con el tiempo, viviendo muchos años allí y manteniendo un vínculo constante con Brasil, fui descubriendo a este líder sindical magnífico que supo, con una alianza estratégica entre el Sindicato de Obreros Metalúrgicos de San Pablo y la intelectualidad progresista del sistema universitario paulista, construir desde abajo, poco a poco, un partido político frentista, popular y latinoamericanista.

-¿En qué falló y qué acertó para ser hoy el candidato con más posibilidades de ser nuevamente presidente de Brasil?

-Como presidente de Brasil, Lula fue capaz de demostrar que es posible crecer, mejorar la calidad de vida de la gente y gestionar lo público sin violencia, sin persecuciones y sin subordinación a las políticas de otros países. Su carisma se explica por esa capacidad de interpelar a la sociedad sobre los temas más acuciantes para los sectores populares y que, en última instancia, afectan los privilegios de los sectores de poder real. Lula fue perseguido con diferentes métodos y estrategias desde su inicio político, pero nunca ha perdido la serenidad ni la voluntad política de transformar a Brasil en un motor del desarrollo regional. Por suerte, hoy el Tribunal Superior de Justicia demostró que todo lo investigado por el ex juez federal de Curitiba, Sergio Moro, carece de sustento legal y lo ha rehabilitado para competir libremente en las próximas elecciones. Desde el golpe de Estado que sacó de la presidencia a Dilma Rousseff para acá, la realidad económica y social de Brasil ha sufrido un terrible deterioro. Hoy las encuestas muestran que la gente valora los años de gobierno del Partido dos Trabalhadores (PT), que, si bien cometió muchos errores y algunos muy graves, sacó a decenas de millones de personas de la pobreza y la miseria, puso a Brasil en la senda del crecimiento con redistribución de la renta y le permitió recuperar su relevancia internacional.

Perfil

Francisco Tamarit

Ex decano de la Facultad de Matemática, Física y Astronomía y ex rector de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Coordinador de la Conferencia Regional de Educación Superior en 2018, y habitual participante en conferencias, seminarios y otros eventos bajo la órbita de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Mantiene estrechos vínculos con la comunidad académica de Brasil, país en el que se doctoró y residió durante más de 10 años.

Esta nota fue publicada originalmente en Redacción Mayo.