De "desierto más árido del mundo" a "cementerio de ropa" más grande del planeta
Unas 59.000 toneladas anuales de ropa usada entran por la zona franca de Iquique, Chile, y forman montañas de prendas en pleno desierto de Atacama
Según Wikipedia, el desierto de Atacama es el «lugar no polar más árido de la Tierra». Se extiende en el Norte Grande de Chile, abarcando una superficie aproximada de 105 000 km².
Y hasta ese confín del planeta, el exceso de consumo, las lógicas del comercio internacional y la absoluta falta de control y regulación, llega el descarte de la moda mundial.
La prenda deseada, el calce perfecto, la marca soñada. No es una gran tienda ni un armario generoso, sino el desierto de Atacama en Chile convertido en basurero clandestino de ropa que se compra, viste y descarta en el mundo adinerado de Estados Unidos, Europa y Asia.
Unas 59.000 toneladas de ropa anuales entran por la zona franca del puerto de Iquique, en la región de Tarapacá. La ausencia total de fiscalización ha permitido que montañas de prendas terminen en el desierto de Atacama y otros puntos de la zona.
Al trasponer una curva cualquiera de un polvoriento camino, enormes y coloridas dunas se alzan en el desolado paisaje. Enormes pilas de vestimenta que crecen, a medida que, tonelada tras tonelada, ingresan por la zona franca del puerto de Iquique, a 1.800 kilómetros de Santiago, enriqueciendo a empresarios inescrupulosos que cobran por recibir basura que otros países no aceptan.
El consumo desmedido y fugaz de ropa, con cadenas capaces de sacar más de 50 colecciones de nuevos productos por año, ha hecho crecer de manera exponencial los desechos textiles en el mundo, que pueden tardar muchos años en desintegrarse.
Chile es el importador más grande de ropa usada en América Latina. Desde hace cerca de 40 años existe un comercio sólido de “ropa americana” en tiendas a lo largo del país, que se abastecen de fardos comprados por zona franca en el norte del país provenientes de Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia.
En esa zona de importadores e impuestos preferenciales, los comerciantes del resto del país seleccionan las prendas para sus tiendas y lo que sobra no puede salir por la aduana de esta región de poco más de 300.000 habitantes.
“Lo que no se vendió a Santiago ni se fue a otros países (como Bolivia, Perú y Paraguay por contrabando), entonces se queda aquí porque es zona franca”, afirma Carreño.
La ropa no es lo único que termina aquí en este comercio de “segunda y tercera mano” hay todo tipo de basura, también carteras y zapatos, neumáticos y botellas.
Moda tóxica
Reportes sobre la industria textil han expuesto el alto costo de la moda rápida, con trabajadores subcontratados, denuncias de empleo infantil y condiciones deplorables para producir en serie. A ello hoy se suman cifras devastadoras sobre su inmenso impacto ambiental, comparable al de la industria petrolera.
Según un estudio de la ONU de 2019, la producción de ropa en el mundo se duplicó entre 2000 y 2014, lo que ha dejado en evidencia que se trata de una industria “responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel global”.
Las autoridades locales aseguran que los problemas se originan en no tener un lugar para depositar los desechos, la falta de fiscalización y la masiva compra de ropa que llega desde el extranjero, donde muchas prendas terminan desechadas en diferentes zonas de la región.
De la manía de comprar y tirar, no dicen nada.