Desde 1974, cuando comenzó a utilizarse, en el continente americano se aplicaron 1,6 millones de toneladas de glifosato.
En todo el mundo, la cifra es más de cinco veces superior: se han rociado 8,6 millones de toneladas desde que se comenzó a aplicar. El uso de este “popular” herbicida se ha multiplicado por 15 desde que los cultivos modificados genéticamente se introdujeron en 1996 y es, de hecho, el agroquímico más utilizado del planeta.

En Argentina, las cifras meten miedo: con unas 150 mil toneladas al año, la tasa de uso por hectárea es más de nueve veces superior a la de Estados Unidos.

Glifosato por todos lados

No es figurativo sino bien literal. Un repaso rápido permite llegar a la conclusión de que cualquier persona del planeta, independientemente del lugar donde viva (campo o ciudad) de su edad, o de su dieta, tiene altas probabilidades de tener glifosato en su orina. Y productos que como el pan, no deberían incorporar al glifosato en la cadena productiva (porque no se usa este herbicida sobre trigo) también lo tienen.

El año pasado, en una investigación del propio gobierno de los Estados Unidos, además de corroborar que las personas expuestas al glifosato, lo tenían en su orina, se comprobó que también se asociaba esa presencia a marcadores de cáncer, un territorio en el que todavía hay mucho que recorrer porque las evidencias que se presentan son contradictorias.

Así y todo, la Unión Europea, renovó la licencia del producto por 10 años más a fines del año pasado. Este tipo de revisión, no está planteado ni en Argentina, ni en Brasil, ni en Estados Unidos, en dónde, primero Monsanto y luego Bayer (que compró el negocio de Monsanto) han sufrido ya varias condenas por tribunales que consideraron probado el daño que el herbicida le hizo a personas.

El glifosato se concentra en el plasma seminal, superando hasta 4 veces la concentración de la sangre. Imagen: sustainablepulse.com

Nuevos hallazgos

El nuevo trabajo publicado, es una investigación de Investigadores del Centro de Fertilidad Pôle Santé Léonard de Vinci, Chambray-lès-Tours, en Francia, con investigadores e investigadoras de la Universidad de Tours y otras instituciones francesas.

Para la investigación se consideraron 128 pacientes varones, de parejas infértiles en tratamiento en una clínica de fertilidad. Por primera vez, se reportó la presencia de glifosato en el plasma seminal, presente en el 60% de los pacientes, con una fuerte correlación entre la concentración en sangre y en el plasma: a mayor concentración en sangre, más alta resultaba la presencia en el esperma.

Los trabajadores agrícolas registraron los niveles más altos de glifosato, y el 96% de los trabajadores agrícolas incluidos en el estudio presentaron glifosato, igual que un pintor que trabaja específicamente como paisajista. Soprendente, los fumadores generalmente tenían niveles elevados mucho más altos que los participantes del estudio que no fumaban.

Una cuestión notable es que la concentración de glifosato en el plasma seminal resultó cuatro veces mayor que en el plasma sanguíneo, esto es, el glifosato parece concentrarse en el semen. Los autores ensayan como explicación una alteración en la barrera hemato testicular, que es una membrana de gran complejidad que divide el epitelio seminífero del testículo, generando un microambiente especial para la producción de espermatozoides.

También encontraron una asociación positiva entre la presencia de glifosato y marcadores de estrés oxidativo, que se asocian a diversas afecciones. El diseño de estudio no les permite establecer una relación causal porque es razonable asumir que además de glifosato, otras sustancias que no fueron analizadas pueden influir en la generación del estrés oxidativo. 

Por eso afirman: “Incluso si no encontramos en nuestro estudio una correlación entre los parámetros de los espermatozoides y los marcadores de estrés oxidativo y glifosato, es motivo de preocupación para las generaciones futuras haber detectado una proporción tan elevada de glifosato asociada con marcadores de estrés oxidativo en los espermatozoides de nuestra población infértil”. 

En las conclusiones señalan que “en conjunto, nuestros resultados sugieren un impacto negativo de glifosato en la salud reproductiva humana y posiblemente en su progenie”.