Ya funciona el primer tren del mundo impulsado con hidrógeno
Después de 2 años de experiencia piloto, ayer se puso en marcha una serie de 14 locomotoras francesas no contaminantes que cubrirán el servicio de una pequeña región en Baja Sajonia, Alemania.
Y se dieron el gusto de ser los primeros: los alemanes pueden mostrar orgullosos un nuevo avance en la lucha contra el calentamiento global: desde ayer circula en el norte del país, cerca de Hamburgo la primera línea ferroviaria del mundo que funcionará íntegramente a base de hidrógeno. Todo un avance en el proceso de “descarbonizar” el transporte por ferrocarril.
En realidad, el orgullo deben compartirlo con Francia ya que la recién estrenada flota de 14 trenes fue suministrada por el grupo francés Alstom. Reemplazará a las actuales locomotoras diésel que cubren los 100 km de la línea que conecta las ciudades de Cuxhaven, Bremerhaven, Bremervörde y Buxtehud, en Baja Sajonia.
En su comunicado oficial sobre el tema, la empresa francesa recoge la opinión de Henri Poupart-Lafarge, Consejero Delegado y Presidente del Consejo de Administración de Alstom: “La movilidad libre de emisiones es uno de los objetivos más importantes para garantizar un futuro sostenible y Alstom tiene la clara ambición de convertirse en el líder mundial en sistemas de propulsión alternativos para ferrocarril. El primer tren de hidrógeno del mundo, el Coradia iLint, demuestra nuestro claro compromiso con la movilidad ecológica combinada con tecnología de punta”.
Los detalles del proyecto
Los trenes de Alstom combinan hidrógeno almacenado a bordo con el oxígeno presente en el aire, gracias a una pila de combustible, que produce la electricidad necesaria para asegurar la tracción del convoy.
Los nuevos trenes, que reemplazarán a las locomotoras diésel se recargarán diariamente y las 24 horas en una “estación de servicio de hidrógeno” en Linde. Gracias a una autonomía de 1.000 kilómetros, las unidades múltiples pueden funcionar todo el día con una sola carga de hidrógeno en la red.
En septiembre de 2018 había arrancado la experiencia con una prueba de casi dos años con dos trenes de lo que se llama “preserie”, unidades casi definitivas que sirven para monitorear y ajustar las características finales de las que se ponen en circulación ahora.
Aunque pueden alcanzar los 140 kilómetros por hora, se espera que los trenes viajen rutinariamente a unos 100 kilómetros por hora. La inversión global prevista es del orden de los 93 millones de euros, sólo para este primer tendido. Alemania espera invertir unos 7000 millones en proyectos asociados al uso de hidrógeno en reemplazo de combustibles fósiles.
Stefan Schrank, jefe de proyecto en Alstom, afirma que solo en Alemania, "entre 2.500 y 3.000 trenes de diésel podrían ser remplazados por trenes de hidrógeno", según recoge DW en un artículo de ayer.
La cuestión “verde”
El hidrógeno aparece como el combustible del futuro: se puede obtener “rompiendo” una molécula de agua (H2O) utilizando electricidad. Luego, el hidrógeno se “quema”, volviendo a combinarse con oxígeno del aire, liberando la energía en forma utilizable y volviendo a formar agua como resultado del proceso.
El hidrógeno puede transportarse en tubos y tanques o bien transportarse por “hidrogenoductos” hasta donde haga falta. Y de ahí en más, el hidrógeno obtenido puede utilizarse directamente como combustible (por ejemplo en reemplazo del gas domiciliario) o, como es el caso de estos trenes, para generar electricidad que mueva a motores.
Pero el uso de hidrógeno no es una garantía de que la movilidad sea “verde”: todo depende de cómo se obtiene ese hidrógeno. Si la electricidad utilizada para producirlo proviene de combustibles fósiles, el tren que se movilice con ese hidrógeno no producirá gases contaminantes mientras funciona, pero los habrá generado antes, durante la obtención del hidrógeno.
Lo cierto es que estos proyectos son genuinamente “descarbonizantes” cuando el hidrógeno utilizado se obtiene en base a energías no contaminantes como la solar o la eólica. Mientras tanto, proyectos como este tren permiten ajustar la tecnología que se requerirá para los casos en que la potencia requerida es muy grande, como los aviones, los transatlánticos o, precisamente, los trenes.