Ansiedad y depresión, las principales consecuencias en jóvenes, mujeres y personal de salud
El programa Redacción Abierta analiza los efectos colaterales del aislamiento obligatorio con especialistas. Además, plantea un interrogante: ¿Qué sería volver a la "normalidad"?
¿Qué nos pasó en pandemia? No sólo se trató del contagio de Covid-19 sino que el aislamiento y el temor por la enfermedad tuvieron sus efectos en la salud mental.
Para abordar los efectos colaterales de la pandemia, el programa Redacción Abierta recibió en los estudios de Canal 10 a Diego Tachella, magíster en Psicología; a Diego Zapata, licenciado en Psicología y presidente del Colegio de Psicólogos de Córdoba; y a Juan Carlos Godoy, doctor en Psicología e investigador del Conicet. También por vía Zoom, sumó a la conversación a Viviana Bálsamo, licenciada en Psicología y magíster en inclusión de personas con discapacidad.
Las medidas sanitarias tomadas a partir del 19 de marzo de 2020 para prevenir el contagio del coronavirus tuvieron su impacto en la vida de las personas de todo el mundo. Argentina no fue la excepción y recién ahora se están pudiendo medir cómo afecto a la salud mental.
Según un estudio realizado en toda Argentina por el lnstituto de Investigaciones Psicológicas, dependiente del Conicet, y la Universidad Nacional de Córdoba, casi la mitad de la población padeció ansiedad durante la pandemia y un tercio sufrió altos níveles de depresión. Este mismo informe, del cual Godoy fue uno de los encargados, reflejó que fueron jóvenes, mujeres y personas con antecedentes de trastornos mentales sintieron más el impacto de la cuarentena obligatoria.
"Los procesos de aislamiento más restrictivos mostraron peores indicadores de salud mental para la gente. Durante 2020 y 2021 hubo un incremento de indicadores de ansiedad, de depresión y también en el riesgo suicida, sobre todo en los períodos de aislamiento más restrictivos. Las poblaciones más vulnerables, como la mujeres por las tareas de cuidado, jóvenes y personal sanitario son los que más presentaron estos indicadores en mayor nivel”, amplió Godoy.
“Los cambios generan mucha incertidumbre y la incertidumbre genera estrés. Si estamos acostumbrados o tenemos mayor resiliencia es más simple que cuando no”, sostuvo Tachella. Además, agregó que fueron las mujeres quienes presentaron mayor malestar tanto a la intimidad familiar permanente como a la falta de sociabilidad, porque “se sobrecargó mucho la división de tareas del hogar en ellas, porque los varones no estamos tan habituados a cubrir esos roles”.
Sin embargo, Zapata reveló que fueron el grupo que demostró la mayor capacidad para solicitar ayuda y recomponer una dinámica que les permitiría afrontar esta situación. “Lo que aparece como pedido de ayuda es una posibilidad afectiva de poder vivir en tiempo y forma lo que les está pasando, es un recurso de salud mental”; explicó.
El personal sanitario también fue del grupo que presentó altos niveles de ansiedad y depresión. “Sentía una preocupación permanente por el riesgo de contagio y esa incertidumbre los impactaba”, describió Godoy.
Mientras que Zapata manifestó que los efectos de la pandemia se siguen sosteniendo y se ven causas psicosociales de afección. “En el consultorio se manifestó que hubo situaciones que hicieron un pico, como los abusos, la violencia en niños, los aumentos de consumos y los intentos de suicidio”, describió.
Además, manifestó que quienes fueron los grupos esenciales durante la cuarententa están acusando los síntomas: “Hemos ido incorporando situaciones a la vida cotidiana que no estaban antes, entonces docentes, personal de salud y seguridad están demostrando agotamiento, fatiga y que su cuerpo eclosiona”.
Para Tachella cambió la percepción y el modo de pensar sobre la pandemia, “hasta el punto de preguntarnos si continua o no, porque si no volvemos a ponernos en riesgo. Hay relajamiento en los cuidados incluso en reuniones con adultos mayores”. “Sigue siendo un periodo de mucha velocidad de cambio. Al mismo tiempo hemos desarrollado un montón de recursos, como la creatividad y la solidaridad. Quizá no fueron suficiente y se fueron agotando. Necesitamos recuperar la conciencia de que estamos en riesgo todavía, de que seguimos en transición para no agotarnos y para no volver a golpearnos si aparece otro brote”, completó su idea.
“Ahora la pregunta es ¿qué es la normalidad? ¿a dónde volvemos? Y en Argentina es difícil saber a dónde volvemos porque no tiene antecedentes de estudios de salud mental previo a la pandemia. Ahora hay otros desafíos, andar sin barbijo, la interacción social de los chicos, la reinserción laboral", dijo Godoy.
Para ninguno de los tres especialistas la pandemia ha terminado.
LOS JÓVENES Y LOS VIEJOS
“Muchos adultos mayores quedaron con mucho miedo de volver a salir y juntarse con la familia. Muchos recién están conociendo a sus nietos y pudiendo reencontrarse”, comentó Tachela como otra de las consecuencias.
En relación a la vejez, Zapata resaltó que algunos se vieron afectados porque perdieron sus rutinas previas o incluso perdieron a sus hijos, cuando lo natural sería que ellos mueran antes. “Muchos viejos están en su casa con miedo, otros tuvieron factores de resiliencia de mejor afrontamiento. Sin embargo, al principio eran los mas vulnerables, habrá que observar cuánto efecto hizo en ellos el sentir que podían morir ”, indicó el presidente del Colegio de Psicólogos.
Ahora también podrá empezar a analizar el impacto en las adolescencias porque se trata de una etapa de cambio y su pasaje por ella tiene que ver con la interacción y el afuera, elementos que quedaron en pausa durante dos años. “Hay una generación de adolescentes de todo el mundo que vieron paralizado todo el despliegue de comportamiento que naturalmente hubieran hecho, búsqueda de riesgo, de sensaciones, explorar sexualmente e intentar una primera autonomía fuera del hogar. Ellos experimentaron el aislamiento con mayor gravedad, más comparativo con los adultos mayores”, argumentó el investigador.
“Al principio demonizamos a los adolescentes como si fueran trasgresores siendo que ellos tenían la necesidad de cumplir con ciertos ritos de su edad”, complementó Zapata.
Bálsamo remarcó la importancia de atender a los síntomas que presenten niños, niñas y adolescente. “Hay niños que no quieren ir a la escuela , porque no quieren separase de sus padres, a otros el retorno se les ha vuelto pesado, otros que temen el encuentro con los otros. Aparecen diversos síntomas por lo que hay que acompañar y escuchar. Hay estar alertas a la patologización cuando la escuela no se toma ese tiempo para analizar cómo han metabolizado estos cambios”, sostuvo vía Zoom, quien además es escritora y docente de la UNC.
En ese sentido, desglosó algunos de los síntomas más frecuentes: “Lo que más aparece como señal son chicos con mucha angustia, que no quieren ir a la escuela, con la necesidad de quedarse en la casa. También tenemos que tener presente todo lo relativo al lazo social, si un chico se encuentra aislado, que no fluye ni su participación, ni la relación con sus compañeros, el bullying”.