Hace 109 años se dio el genocidio que sufrieron armenios, cristianos asirios-siríacos y cristianos griegos -pónticos y anatólicos- en el Imperio Otomano.

El genocidio asirio-siríaco es denominado “Sayfo” que, en idioma arameo significa "espada".

El dos de diciembre de 2024, se inauguró una placa mural de mármol recordatoria de la Sayfo, en el atrio de la Parroquia del Gran Mártir San Jorge, en la Ciudad de Córdoba.

Allí se recordó, que el Patriarca Siriano Ortodoxo de Antioquía y todo el Oriente Moran Mor Ignacio Efrén II en la Encíclica que emitió sobre el tema, sostuvo que, “en el comienzo del siglo XX, durante el régimen del Imperio Otomano, nuestros indefensos y desarmados antepasados fueron asesinados por la espada. Más de medio millón de siríacos fueron masacrados junto con armenios y otros cristianos. Aquellos que sobrevivieron fueron expulsados de sus hogares y tierras, sus propiedades fueron confiscadas, su dignidad fue violada y, en muchos casos, fueron forzados a renunciar a su religión y a su fe. Las iglesias fueron convertidas en establos para animales, restoranes o fábricas; la intensión de todas estas atrocidades era borrar los signos de presencia cristiana en la región y saquear las propiedades y riquezas de los cristianos”.

Además, en la Encíclica se dijo, “nos convertimos en hijos de los mártires en oriente donde nosotros, los siríacos, hicimos una inmensa contribución para la propagación de civilización, cultura y fe, siendo nosotros gente conocida por su amor a las ciencias, al progreso y con una fuerte determinación a pesar de todas nuestras tragedias”.

Luego, con firmeza el Patriarca agregó, “la Iglesia ortodoxa Siríaca se compromete a adoptar una postura histórica y despertar la conciencie de la humanidad que está en estado de sueño profundo, sin saber que el que calla acerca de la verdad es cómplice en el crimen”.

Eutanasia disimulada de jubilados, genocidio por goteo

Asimismo, el necesario recordatorio del genocidio asirio-siríaco nos trajo la necesidad de reflexionar sobre este momento, en el que el mundo mira para otro lado atrocidades inaceptables, incluso, en muchas situaciones actuales, en las que podemos hablar que ya vivimos verdaderos genocidios por goteo.

Particularmente, en Argentina, asistimos al hecho doloroso que se están matando a los mayores adultos, con jubilaciones que no alcanzan para alimentarse debidamente, tampoco para los tratamientos necesarios, ni para los medicamentos imprescindibles. El genocidio por goteo es tal, que el arzobispo de Córdoba, vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) cardenal Angel Rossi, en su homilía del domingo primero de diciembre de 2024 dijo, que “los jubilados tienen que elegir entre comer o medicarse”, y agregó, es una "Eutanasia Disimulada".

Cabe recordar, que el nazismo hitleriano, en su ola irracional enfermiza de exterminio de judíos y gitanos, también la aplicó, entre otros, contra discapacitados y ancianos enfermos, con una política de eutanasia, que era una manera disimulada de ocultar el programa de asesinato.

En este aspecto, cabe recordar que, como lo refiere la “Enciclopedia del Holocausto del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos”: “En 1941, el programa supuestamente secreto de `eutanasia´ llega al conocimiento público en Alemania. El obispo Clemens August Graf von Galen de Muenster denuncia los asesinatos en un sermón público el 3 de agosto de 1941”.

No cabe la indiferencia

Resulta imprescindible no ser indiferentes a la pérdida de vidas inocentes o a la degradación injusta de un futuro en dignidad de personas y pueblos por actos de violencia y menos que se considere, que ello son meros daños colaterales, ante supuestos fines superiores.

Tampoco se puede ser indiferente con lo que pasa en Medio Oriente, que afecta a los pueblos palestino, libanes, sirio, israelí, iraki, yemení y a tantos otros sufrientes de esa situación. Ellos necesitan paz, ya que ven morir dolorosamente a sus hijos, familia y seres queridos, en contextos, muchos de los cuales son verdaderas situaciones genocidas.

Trabajar para la Paz

No hay Paz sino se asegura el pleno respeto de los derechos humanos. Nada justifica el sufrimiento de inocentes. La Paz implica la firme voluntad de defender la dignidad de todas las personas. Ninguna ofensa a la dignidad humana puede ser tolerada, cualquiera sea su origen, modalidad, excusa con la que se la busque justificar. La historia demuestra que la indiferencia ante ello ha sido la antesala de grandes crímenes contra personas, naciones, etnias, religiones y pueblos en general.

La vocación por la Paz nos debe obligar a esforzarnos, en medio de los conflictos, para dar razones de vida y evitar que la seducción de la violencia irracional o las guerras impongan sus argumentos de muerte.

La Paz implica una actitud interior y trascendente que se potencia cuando se proyecta a la sociedad. Es un anhelo y una esperanza que se dan de manera imborrable en el corazón de cada persona, por encima de las realidades culturales específicas.

Debemos reafirmar las verdades últimas de la humanidad, las que guían y deben orientar a las personas y a los pueblos para el bien común. De lo contrario, las ideas y las convicciones hu­manas pueden ser ins­trumentalizadas, fácilmente, para fines de poder, contrarios a los objetivos de una humanidad que se respete a sí misma.

La Paz implica también, el compromiso de estar de parte de los que sufren a causa de la miseria y el abandono, haciéndonos portavoces de los que no tienen voz y trabajar, concretamente, para superar tales situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz y realizarse humanamente, de manera individual.

La Paz no es una ingenuidad al servicio de lo imposible, por el contrario, ella permite que los hombres nos podamos ver a los ojos y darnos las manos en una empresa común de convivencia comprometida y respetuosa de la policromía de paisajes humanos, que nos enriquecen en sus diferencias.

La vocación de Paz es imprescindible, porque más grave que la ausencia de Paz es la incapacidad de anhelar la Paz, cuando impera la violencia.

Tenemos que cambiar la historia. No podemos permitir que nos quieran obligar a creer que la Paz es un sueño, que la Justicia es una utopía y que no es posible el bienestar compartido entre todos.

Recordar a los mártires de la Sayfo

El mural de mármol inaugurado en la ciudad de Córdoba, recordará, indeleblemente, a los mártires de la Sayfo. Ellos serán una estrella siempre presente. que nos invite oponernos firmemente a cualquier tipo de genocidio o delitos de lesa humanidad, ejercer una memoria activa para que no se repitan y a tener un compromiso activo por la Paz.