Llaryora gobernador: el “partido cordobés” va por las tres décadas de hegemonía y poder
El próximo será el séptimo período consecutivo del PJ en la gobernación. ¿Ya es posible decir que Córdoba dejó de ser una provincia radical? ¿Es tiempo de afirmar que Córdoba es peronista? Algunas preguntas retóricas que son ahora un gran capital para el flamante gobernador y su proyección nacional.
“Córdoba es una provincia radical”. El lugar común suena a esta altura a letanía, menos que el eco de una verdad. Todo lo sólido se desvanece en el aire. El próximo será el séptimo período consecutivo del PJ en la gobernación. ¿Ya es posible decir que Córdoba dejó de ser una provincia radical? ¿Es tiempo de afirmar que Córdoba es peronista? Preguntas que representan un capital para los tiempos que vienen, que tendrán a Martín Llaryora como figura de tablero nacional.
Recién pasadas las 20.40 horas, cuando el escrutinio estaba en el orden del 25%, la militancia que se acercó al Quorum Córdoba Hotel entonó sin pudor y por primera vez en la noche la marcha peronista. Vino luego el ¡borom-bom-bom/ Martín Llaryora gobernador!, cuando el empate técnico entre Luis Juez y Llaryora preanunciaba la remontada final.
El desafío del flamante gobernador es darle al “partido cordobés” el salto que ni José Manuel de la Sota ni Juan Schiaretti pudieron lograr: traspasar electoralmente los límites de la provincia, competir seriamente por la presidencia de la Argentina, que Córdoba deje de ser una isla en pleno centro (otro lugar común de lo politología). ¿O acaso la idea de isla es buen negocio para hacer política en la provincia?
Llaryora tiene a favor su juventud (con 50 años queda toda una carrera por delante), su gran destreza como armador y lector de tiempos, y un elenco político nacional desorientado, con Macri y Cristina más bien saliendo de agendas.
A medida que el conteo fue avanzando, la atmósfera blanda en el búnker de Hacemos Unidos por Córdoba fue dando lugar a los primeros gestos celebratorios, con la cumbia y el cuarteto de fondo. Lo cierto, y es algo que se podía percibir en la previa de los comicios: el oficialismo llegó holgado de ánimo. La preocupación no era tanto electoral como de armado: ya corre la rosca para definir ministerios y agencias, posiciones de poder. ¿Cuál será el gabinete del gobernador? ¿Habrá una continuidad clara del cordobesismo, o buscará una impronta propia, por sutil que sea?
Durante un cuarto de siglo de la Sota y Schiaretti se alternaron sucesivamente en la gobernación de Córdoba. Unión por Córdoba. Hacemos por Córdoba. Hacemos Unidos por Córdoba. Córdoba hasta el cansancio. La combinación brusca de tres términos parece haber bastado para conservar dominios, ampliar bases. Debajo de los sellos de goma y el marketing, el “partido cordobés” tiene sus músculos: amplia territorialidad, alianzas con el poder económico y la defensa inconmovible del “campo”, y un discurso refractario a todo lo que empiece con K. Es un buen punto de arranque para una proyección nacional desde el interior del país.
El cordobesismo original de José Manuel entra ahora en su etapa de buenos modales. El “partido cordobés” tiene en Llaryora ahora un exponente de otra generación, un peronista que diluye la simbología en busca de más mercados
Lo cierto, cuando queda el último tramo del escrutinio: nadie le disputa a esta fuerza el poder en la provincia de Córdoba. Lo dijimos en el lanzamiento de campaña: clima de festejo anticipado, trámite a realizar (aunque el resultado está siendo mucho más estrecho de lo que todos imaginaron).
Incluso el affaire Schiaretti-Larreta estuvo diseñado para ese mismo fin: la proyección nacional del cordobés buscaba básicamente blindar la provincia; la realidad, después las interpretaciones: no hay otro espacio político que ponga en cuestión el modelo Córdoba que, de paso, tiene sus claroscuros. La tasa de desocupación para el primer trimestre de 2023 en el Gran Córdoba fue de 8,5%, el segundo aglomerado del país con mayor cantidad de desempleados (INDEC).
Hegemonía y poder. Pragmatismo, política con todos los niveles de barro y la custodia firme de los intereses del sector agropecuario y la promesa sempiterna de retenciones cero.“¿Para qué elegir lo que ya fracasó? ¿Y por qué experimentar algo nuevo en un momento tan difícil? Tenemos la experiencia y hemos cumplido con lo que prometimos. Estamos a mitad del río... tenemos que seguir”, dijo Llaryora en una entrevista previa a la elección. ¿Qué hay en la otra orilla? ¿Cuál será a partir de hoy la proyección que buscará Llaryora? Estamos a mitad del río.