El fuego prescripto es una herramienta usada por nuestros ancestros, no una piromanía, de posible aplicación en variados ambientes y sistemas productivos, cuyo uso puede apoyarse en la necesidad de renovar pasturas, facilitar la siembra, el rebrote de especies nativas o introducidas, disminuir la disponibilidad peligrosa de material combustible y varias otras aplicaciones que justifiquen ampliamente su ejecución.

Ahora cuando estos fuegos no son prescriptos, es decir que son descontrolados, los daños y efectos nocivos pueden resultar muy perjudiciales.

La existencia de quemas producidas en forma natural o intencional están documentadas y preceden la presencia del hombre en múltiples ambientes.

En coincidencia con lo expuesto por la Administración de Parques Nacionales, “avasalladores procesos ecológicos como inundaciones y fuegos naturales continúan modelando paisajes naturales y tratan de mantener el indomable temperamento de los mismos.”

El ser humano trajo innumerables cambios en los ambientes que fue ocupando y utilizando y, además, produjo alteraciones en las frecuencias de las quemas que afectaron y afectan directamente los ambientes antropizados.

La trascendencia actual de los incendios muchas veces está más ligada a razones políticas o afectivas que a su impacto económico o productivo (Panigatti, j.l 2003).

En este sentido para el caso de Amazonas se puede mencionar la presencia de estas noticias en tapas de diarios y portales de internet, cuando se generan incendios en forma intencional o no. Como contraparte ya no es noticia que alarme, sorprenda o impacte que en esos mismos ambientes amazónicos los suelos se están erosionando tanto desde el punto de vista físico (pérdida de estructura) como desde el punto de vista químico (pérdida de fertilidad) en un número de hectáreas muy superior a las quemadas, con el agravante de que este proceso sigue en aumento con impactos irreversibles por las perdidas de potencial productivo y lucro cesante.

En realidad, para el ciudadano común es mucho más impactante y marketinera la imagen de un ambiente en llamas que una tabla de dinámica de materia orgánica; y si a esta realidad no se la acompaña con datos estadísticos se corre el riesgo de sesgar marcadamente la opinión.

Como lo que puede suceder si no se comenta que en referencia a estos últimos incendios Amazónicos 2019, cabe analizar una serie de ocurrencias desde 1999-2019 (Ver gráfico):

Como podemos observar, en estos 20 años se puede llegar a las siguientes conclusiones: en primer lugar, todos los años sistemáticamente presentaron focos de incendios y en segundo término el número de focos activos detectados en agosto del 2019 fueron superados ampliamente en 9 de los 20 años presentando los años restantes igual o menor números de focos ígneos.

Entonces con estos datos, más el hecho de que actualmente se están quemando un millón de has en la Chiquitania Boliviana y que a la hora de comunicar a la opinión publica la ocurrencia de estos siniestros solo se menciona la Amazonia Brasilera, surge la pregunta si esto se debe a una desinformación y luego un error comunicacional o que existe una clara intencionalidad de sesgar la información.

Si bien debemos aceptar que los incendios en el amazonia son un problema, en esta oportunidad entiendo que el mismo está sobredimensionado.

*Ing. Agr. Horacio Valdez (Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNC)