Los que siempre quedan afuera de todo lo bueno
Cuando en Tribunales se leen los veredictos condenatorios, se dice que se aplicará “un tratamiento penitenciario para que el reo logre la reinserción social”. Ahora bien, una de las preguntas es: ¿Qué reinserción pueden lograr quienes nunca fueron incluídos?
Por estos días, en la Cámara 12º del Crimen podrían condenar a prisión perpetua a un joven adicto a las drogas que en barrio Ituzaingo mató a un tío para robarle algo de dinero y así seguir consumiendo. En otra Cámara del Crimen, la 7º, un joven acusado de un horrible crimen en Villa Ciudad Evita también recibiría la pena máxima. En definitiva, los jueces aplicarán el Código Penal, para eso cobran buenos salarios y nadie reparará en las causas de estas tragedias sociales que se multiplican de a montones, y que generalmente tienen a “cabecitas negras” como protagonistas.
Cuando se echa un vistazo al trayecto de las cortas vidas de estos chicos delincuentes, es frecuente encontrar todo tipo de miserias. La mayoría de ellos se criaron “a los tumbos”, con la calle como mejor maestra y con infancias y adolescencias cargadas de carencias, discriminación y marginalidad. Redes familiares rotas, heladeras vacías, escolaridad a cuenta gotas, drogas tóxicas fácilmente disponibles, y el infernal peso de los mandatos sociales y mediáticos de intentar ser un “carteludo” para no sentirse un pobre infeliz. ¿Querés ser alguien, querés tener lindas zapatillas y un buen celu, querés que las chicas te den bola?, entonces tenés que “salir de caño”, no queda otra. Así prontamente, la vida se vuelve el día a día. El mañana es difícil de imaginar.
En la discusión por el aborto legal, hay quienes dicen que “todos tenemos derecho a nacer”…pero, y después del nacimiento ¿todos tenemos derecho a una vida digna?… ¿Que hacemos con los marginados y excluídos?, ¿ los convertimos en “vagos y negros de mierda”? … o tal vez le exigimos al Estado que se haga cargo de esa resaca. Pero al mismo tiempo criticamos el déficit fiscal, planes y subsidios.
Y si en vez de intentar reinserciones con tratamiento penitenciarios, probamos con repartir mejor los recursos para que haya más igualdad y más inclusión, con mejor alimentación, vestimenta, salud, con una mínima red que sostenga a un niño para permitirle creer que una vida sin un revólver en la mano es posible. Basta de hipocresías. ¿Hasta cuando llenaremos las cárceles como quien esconde la basura debajo de la alfombra? Hasta un humilde ladrillo tiene aspiraciones y querría formar parte de una hermosa casa. Quienes hoy reclaman una República mejor, también podrían abrir sus corazones y sus bolsillos para ayudar a una sociedad más justa. Vale la pena, la transformación de la oruga en un bella mariposa es un regalo de la naturaleza que nos muestra el camino posible.
El primer paso para poder, es querer. Y hasta que no queramos de verdad, los jueces seguirán condenando a muchos, que desde el nacimiento, siempre quedan afuera de todo lo bueno.