Primer año de presidencia de Javier Milei: luces y sombras
En tiempos donde la comunicación política ha tenido cambios trascendentales por las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones, donde el mensaje esta dirigido fundamentalmente a conmover las emociones humanas, donde el vehículo que se utiliza no permite el debate racional en torno de las ideas, donde reinan los mensajes de odio, las descalificaciones, las fake news, la posverdad y donde el intento de un análisis objetivo y racional se descalifica, me gustaría intentarlo, porque a pesar de todo, sigo pensando que la sociedad argentina se lo merece.
Cualquier intento por analizar este primer año de presidencia, requiere, por un lado, no desconocer el proceso previo que llevó a La Libertad Avanza a ganar la segunda vuelta electoral, con los múltiples y complejos desafíos que debía enfrentar el gobierno entrante, como así también requiere de la consideración de los distintos aspectos que hacen a la conducción de una nación.
La herencia recibida
En el mensaje del presidente con motivo de cumplir un año de mandato se ocupo fundamentalmente de describir la herencia recibida y compararla con los avances logrados en la cuestión macroeconómica y financiera al mismo tiempo que adjudicarse el mérito de haber evitado una catástrofe que podía advertirse.
Una cosmovisión de naturaleza libertaria
Así como no podemos desconocer la herencia recibida ni los méritos del programa financiero tampoco podemos ignorar que al mismo tiempo esto fue realizado desde una cosmovisión de naturaleza libertaria en lo económico, que potencia la fuerza del individualismo, que pretende reducir el Estado a una expresión mínima, que desprecia la esencia de lo colectivo como forma de afirmar una identidad cultural y social que nos incluya sin disolvernos en el proceso universalista que avanza a pasos agigantados.
Un modelo que no concibe la idea de que el Estado y las instituciones, tanto de ese estado como de la sociedad, son la expresión de lo colectivo que defiende los intereses del conjunto, no pareciera ser un modelo que respete el sistema de valores de la sociedad argentina como tampoco que pueda sustentarse en el tiempo sin generar tensiones de difícil resolución.
Un programa financiero que avanza
Tal cual lo explicara el presidente en su mensaje por cadena nacional, se desarrolló un programa financiero en lo macroeconómico, tendiente a resolver los gigantescos desequilibrios heredados del gobierno anterior: una inflación al borde de la espiralización, déficits públicos, distorsión de precios relativos, gigantescos desequilibrios monetarios y cambiarios, y un Estado completamente quebrado.
Es en esta área donde, para un gran sector de la sociedad y de los analistas, se han obtenido los mayores éxitos. La reducción de la inflación, la reducción del riesgo país, la casi desaparición de la brecha cambiaria, el saneamiento del balance del banco central, el superávit fiscal de caja sostenido en el tiempo, el superávit de la balanza comercial, una corrección de los precios relativos y el cumplimiento de las obligaciones de deuda.
Todo ello, logrado en un plazo de tiempo muy corto y haciéndose cargo del desastre económico heredado. Esto es lo que sostiene al gobierno con índices de aprobación aceptables a pesar del costo enorme que la sociedad esta pagando por este ajuste. Y es por esto que en su mensaje este fue el eje fundamental de su argumentación.
Aunque no se puede dejar de observar que el programa financiero aun está atado a múltiples restricciones cambiarias y a un manejo arbitrario de la tasa de interés que generan incertidumbre de cara al futuro y que la producción y el trabajo siguen sin ser prioridad del gobierno, en la medida en que tal cual lo expresa en su relato, esto está reservado a los privados.
El rol del Estado: fuerte para garantizar los compromisos financieros, ausente para promover la producción
Aun reconociendo las virtudes del programa financiero en evitar el desastre que se avecinaba no es fácil aceptar que el Estado solo debe estar presente cuando de cuidar lo financiero se trata y no cuando de promover la producción y el trabajo.
Da la impresión que la expresión inspirada en la doctrina social de la iglesia que plantea tanto mercado como se pueda y tanto Estado como haga falta, es un concepto que incluye mas la pluralidad de intereses y de ideas de la sociedad argentina.
Y también de que hay una contradicción enorme entre el relato y la realidad, entre lo que se dice y el resultado efectivo, respecto de aquella idea de achicar o hacer desaparecer el estado.
No se puede negar que todo lo realizado hasta ahora revela que, lejos de disolverlo o destruirlo, lo que ha producido el gobierno es uno extraordinariamente más fuerte y con una capacidad de acción y de poder para ejecutar sus decisiones muy superiores al recibido.
La cuestión es que aceptando que toda decisión perjudica a algún sector y beneficia a otro, no siempre estas deben beneficiar al sector financiero, sino que también hay que tomar decisiones favorables a la producción y el trabajo.
Un sistema político poco liberal
A la hora de analizar el camino emprendido hacia la construcción de nuestra Nación, no se puede tampoco dejar de reflexionar respecto de un discurso que expresa una profunda contradicción con el sistema republicano de gobierno, con las instituciones del Estado y con las de la sociedad civil que componen su tejido orgánico.
Una arenga que tiene más que ver con un proyecto hegemonista y menos con un sistema político liberal.
Acompañado, asimismo, por una actitud extremadamente insensible frente al costo social que significa el ajuste fiscal, con los principales funcionarios del gobierno festejando despidos u homenajeando con cenas a diputados que permitieron sostener los vetos a los aumentos a jubilados y a la educación.
No se trata de hacer un juicio en estas líneas respecto de la necesidad que había de tomar o no estas medidas. Tampoco se puede enjuiciar a este gobierno por una situación social heredada con altos niveles de pobreza e indigencia.
De lo que se trata es de afirmar que, así como se exige de los gobernantes una vida austera en lo personal también se exige prudencia, moderación y austeridad en el discurso.
Es por eso que resulta inaceptable un discurso político que profundiza las contradicciones secundarias en el seno de la sociedad, que agiganta la grieta, que utiliza la agresión, la descalificación y la violencia verbal cuando no el insulto directo y brutal en el debate, llevándolo al terreno personal y no al terreno de las ideas.
La economía de un país siempre va acompañada de la política porque en realidad es economía política. Y porque esa conjunción de economía y política es lo que permite avanzar en el largo plazo, que es la base del progreso y el bienestar.
Entendiendo por política no solo la partidaria y la de las instituciones del Estado sino también las organizaciones de la sociedad civil cuyo concurso es imprescindible a la hora de gobernar.
Y daría la impresión que todo hasta ahora no contempla la sustentabilidad en el largo plazo. Salvo que el gobierno crea que la consigna gritada de viva voz la noche de la victoria de Donald Trump “no nos vamos más” pueda ser posible.