Luego de ser ministro de Producción de la primera administración provincial de José Manuel de la Sota, el actual gobernador Juan Schiaretti fue elegido diputado nacional en 2001, pero al poco tiempo volvió a Córdoba para hacerse cargo de la cartera de Finanzas, en medio de una de las crisis económicas y sociales más profundas del país, lo que finalmente terminó derribando al presidente Fernando de la Rúa.

En las elecciones ejecutivas de 2003 y por su alto perfil durante la crisis del año anterior, De la Sota decidió que Schiaretti fuera su candidato a vicegobernador. Tras la victoria, el dirigente de Barrio Talleres se instaló en el amplio despacho del primer piso del edificio de Deán Funes y Obispo Trejo reservado al vice, donde abundaban cuencos con jazmines blancos y muchas fotos de Eva Perón, que lo fueron acompañando durante toda su vida pública. El por aquellos años vicegobernador presumía del brillo de los pisos de pinotea que, según sus palabras, habían sido recuperados durante un proceso de remodelación del edificio cuyo estado de deterioro era más que visible. Eso había llevado a las autoridades provinciales del peronismo a avanzar con el proceso de puesta en valor de ese inmueble histórico.

Con Néstor Kirchner como presidente empezó un nuevo período en la Argentina y, casi en un abrir y cerrar de ojos, llegaron las elecciones legislativas de medio término de 2005.

El presidente era el gran elector del justicialismo y con esa carta le pidió a De la Sota que la boleta de candidatos a diputados nacionales del PJ fuera encabezada precisamente por Schiaretti. Todo parecía un trámite pero cuando informaron al futuro candidato de la decisión de la Casa Rosada, su respuesta sorprendió a todo el peronismo: dijo “ni”.

El argumento era sencillo: No corresponde porque la gente me votó para vicegobernador y debo cumplir el mandato, decía, palabras más palabras menos.

Como Houdini

Los enviados de Kirchner a menudo se quedaban con un sabor amargo cada vez que hablaban con el en ese momento esquivo dirigente cordobés. La presión fue creciendo y a la hora de poner toda la carne en el asador, hizo “la gran Houdini”  y se convirtió en un fenomenal escapista. Junto a su actual esposa, Alejandra Vigo, fue a visitar a su hijo Mariano a Barcelona, en España.

Los kirchneristas no se rindieron y siguieron presionando porque Barcelona era una ciudad “ubicable” en aquellos años en los que la evolución tecnológica estaba en pleno crecimiento pero era muy despareja.

Para no dejar rastros, la familia cordobesa viajó a Moscú y desde allí realizó una gira si se quiere turística por diferentes países de la ex Unión Soviética.

A Néstor Kirchner el numerito no le gustó nada y se mantuvo distante del cordobés durante un largo tiempo. Hasta ese momento, en la Casa Rosada lo llamaban “El Gringo”. A partir de ese supuesto desplante, pasó a ser “Schiaretti”, a secas. 

Es más, algunas calificadas voces del justicialismo mentan que cuando se realizó la polémica elección provincial de 2007, en la que Schiaretti derrotó a Luis Juez por un puñado de votos, desde el poder central le cobraron la factura que consideraban pendiente y que estaba fechada en 2005. Ese año, la alianza Unión por Córdoba, liderada por el justicialismo fue encabezada por Eduardo Accastello y ganó los comicios.