Semana Santa de 1987: Felices Pascuas. No hay sangre en la Argentina
El presidente Raúl Alfonsín anunció ante una multitud el final del alzamiento carapintada.
Con la convicción de que no hubiese derramamiento de sangre, Raúl Alfonsín fue personalmente a negociar con el líder de los “carapintadas”, Aldo Rico. Voló en helicóptero, sin custodia y sólo acompañado por sus edecanes militares.
Al mismo tiempo, otros dirigentes como el radical Jesús Rodriguez, el peronista Antonio Cafiero y el intransigente Oscar Alende se trasladaron hacia la Escuela de Infantería también en Campo de Mayo, para impedir el avance de la multitud sobre los sublevados.
Regresó unas horas después a la Casa de Gobierno, rodeada de una multitud que había permanecido en Plaza de Mayo a la espera del desenlace. Y ante una marea rugiente y emocionada, Alfonsín reapareció en el balcón y con los brazos en alto pronunció la famosa frase: “Felices Pascuas. La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina”.
Anunciaba así el fin del alzamiento “carapintada”. Días después se conocerían las consecuencias de la negociación con los insurrectos: la elevación al Congreso de la Ley de Obediencia Debida, que fue aprobada por mayoría. Había culminado el conflicto. Vendrían otras
insubordinaciones de los “carapintadas” y el debate sobre la impunidad, la correlación de fuerzas en aquella asonada y la continuidad de las instituciones democráticas.
En Córdoba, el festejo se dio rodeando la Legislatura. Era Domingo de Pascua.
Edición periodística: Jorge Navarro y Daniel Díaz.
Edición documental: Marcos Pedrosa