El proceso que llevó a prisión perpetua al femicida de Azul Montoro
El fiscal de Instrucción, Guillermo González, habló sobre el caso por el que se sentenció a Fabián Casiva.
El fiscal de instrucción, Guillermo González, fue quien propuso usar la carátula de “femicidio” en el crimen de la joven trans Azul Montoro, cuyo agresor, Fabián Casiva, fue condenado este jueves pasado a prisión perpetua.
En diálogo con Entre Nosotros Rebeca, por Canal 10, resaltó que este fallo “es lógico porque son construcciones culturales nuevas” halagando al nuevo Código Civil argentino: “Es impresionante, es muy bueno, es excelente. Con una apertura hacia los nuevos vínculos que es muy importante a nivel mundial”.
Azul era mujer
En esta causa en particular, la de Azul Montoro, donde se logró este fallo histórico, existe la combinación de dos figuras que en el derecho antes no estaban, explicitó.
Por un lado, informó, en el derecho civil se trata el tema de la autopercepción. “La autopercepción que tenía Azul de ella misma la transformaba en mujer. Ella tenía DNI de mujer. Si no lo hubiese tenido (el proceso judicial) iba a ser más difícil”.
Por otro, en el derecho penal estas figuras que implican la violencia de género se han ido agravando. “Cuando empezamos a investigar hace unos años el caso no nos importaba si Azul era o no mujer, teníamos una víctima y buscábamos al asesino”, dijo.
Antecededentes
Cuando logran detener a Casiva, detalló González, investigó sus antecedentes y dan con que le había pegado a la madre y a su hermana, integrantes femeninas de la familia. “No hacía falta ser tan agudo para darse cuenta que él tenía un problema ahí con la figura simbólica de la mujer”, consideró el fiscal.
“Es lo que a mí me abre la cabeza, cuando yo advierto ese pasado de él. ¿Que fue que le pasó para darle 17 apuñaladas a esta chica?. Ahí me puse a investigar y no había antecedentes y dije: ‘Vamos a tirar la botella al mar’, y parece que ayer la recogieron”.
Durante este proceso, que llevó dos años, la defensa de Casiva “estuvo muy bien ejercida con todas las garantías del caso” y precisó que hubo planteamientos de la imputabilidad del acusado y de la carátula de femicidio por no considerar mujer a la víctima.
Acusado, imputable
La defensa se amparaba en la posibilidad de la inimputabilidad debido a que en las dos causas judiciales anteriores (violencia de género contra las mujeres de su familia) se lo declaró de ese modo. El agresor superaba los tratamientos y quedaba libre. Luego ocurrió la muerte de Azul. Allí “quisimos decir basta”, puntualizó González.
Los momentos previos y posteriores al crimen fueron analizados por la querella y la fiscalía para afianzar que, efectivamente, el acusado era imputable y podía ser encarcelado.
“Veíamos una conducta desplegada por él que no coincidía con una persona que estuviera brotada, con un psicópata. No lo era”. González relató cómo fue la previa al crimen y en qué condiciones se encontraba Casiva: “Este muchacho llega al lugar, habla con otras chicas compañeras de Azul, se pone a discutir el precio. Conducía una motocicleta. Tenés que estar en buenas condiciones para hacer eso sino cualquiera se daría cuenta que estás alterado, brotado, violento o que has consumido algo”, destacando que, por la experiencia que tenía Azul trabajando en la calle, no hubiese ido nunca a ese departamento con Casiva si hubiese detectado peligrosidad.
Posteriormente al crimen, tal como describió González, el agresor se retiró del lugar. Escondió la moto. Le pidió a la familia que le laven la ropa. Le dijo a un integrante de su familia ‘me voy a hacer pasar por loco’. Hizo un despliegue para tratar de ocultar lo que había hecho. Finalmente se lo detuvo en inmediaciones del Hospital Neuropsiaquiátrico durante la tarde del día del asesinato.
“La familia no lo cubrió. La familia lo sufrió”, aclaró el funcionario.
No es suficiente que la víctima sea mujer para caratular el hecho como femicidio, especificó el fiscal, se tienen que dar dos condiciones: el género de la víctima, es decir la condición de mujer, y la violencia de género ejercida.
Finalmente concluyó: “No podemos estar contentos. Una condena penal siempre implica un fracaso social. Sí estamos conformes. A nosotros nos gustaría que esto genere conciencia. Que nos interpelemos y pensemos qué estamos haciendo con los colectivos vulnerables. Que por falta de inclusión laboral y otros las estamos empujando a trabajar en la calle y una vez allí no les brindamos ciertas condiciones de seguridad. Se exponen, corren este tipo de peligros y encima se escuchan valoraciones morales de la víctima de qué hace o dejaba de hacer. Por una sociedad mas tolerante y un mundo mas amable”.