Fastidiados, ansiosos, aislados, frustrados, así nos dejó un año de pandemia
Tres psicólogas analizan las consecuencias que dejó en nuestra salud mental estos doce meses de convivencia con el virus.
Como nunca antes, todas, absolutamente todas las personas vivieron en estado de vulnerabilidad. A un año del inicio de la pandemia, los efectos no son sólo sanitarios y económicos. Las consecuencias en nuestra salud mental marcan una realidad de la que todos somos conscientes y padecemos en mayor o menor medida. Al punto de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de “fatiga pandémica” para englobar la serie de síntomas que asoman luego de doce meses.
Cba24n consultó a tres especialistas para conocer cómo afectó la adaptación de las rutinas en diferentes generaciones. Liliam Ferragut, psicóloga especializada en adultos mayores, sostiene que en las personas mas grandes hubo “un deterioro cognitivo” por el aislamiento impuesto. A este condicionamiento se le agregó la imposibilidad de seguir las consultas médicas que otras patologías pre-existentes les requerían. El desmejoramiento fue general, según la profesional, no solo desde la perspectiva psicológica sino además emergió un deterioro físico ante el avance de otras enfermedades.
Los adultos tampoco estuvieron ajenos a la situación mundial de las restricciones, y tampoco a los efectos sobre la salud mental. El temor ante lo desconocido más las innumerables limitaciones generaron una crisis sin precedentes. La psicóloga Silvia Capisano sostiene que la extensión de las medidas de aislamiento generaron “ansiedad, depresión, desesperanza y muchas dificultades para sostener los vínculos”. Una constante en sus consultas, explicó, fue “la maximización de las conductas, muy extrañas”. “O se sentían muy apagados, muy desilusionados ante la frustración. O con mucha ira”, detalló.
Los niños y jóvenes también entendieron de restricciones y apenas salieron de sus casas a lo largo de esta cuarentena extendida. Los efectos de este encierro prolongado impactaron en su desarrollo físico, emocional, cognitivo y social. “El silencio se evidenció ante la imposibilidad del juego y del encuentro con sus pares”, dijo la especialista Sandra Gnav. “Además padecieron la presión de los adultos, docentes y padres, para que siguieran con sus procesos de aprendizaje como si nada hubiera pasado”, agregó.