El pibe -clase media, porteño- cursa séptimo grado. Quizá por no ser siempre correspondido, hace un único, excluyente pedido a sus padres: un conjunto Adidas, que es el que usan prácticamente todos sus compañeros. Un fetiche de clase. 

Muchos años después, ya constituido como escritor, posiblemente represente un caso único en el mundo. Como si la marca de las tres tiras no auspiciara a un deportista de elite y sí, en este caso, esponsoreara a un docente universitario que trabaja en bares, sereno, en una inmovilidad casi total. Me atrevo a decir que a Kohan no se lo ha visto (incluso cuando se casó llevaba puesta una chomba de la marca) con otra cosa que no esté tramada por las tres tiras, el triángulo escaleno que esas mismas tres tiras a veces sintetizan o las semillas caladas: las insignias que la marca va alternando en sus productos.

“Me compraron un equipo Topper”, escribe Kohan en Me acuerdo (Ediciones Godot), reflotando a través de la evocación, confiando tenuemente en la memoria, la simbología de una generación. 

El escritor y ensayista, nacido el 24 de enero de 1967, está casado con la destacada psicoanalista y escritora Alexandra Kohan (sí, tienen el mismo apellido y ninguna relación de parentesco, más allá de la reciente unión civil). Quiero decir: Alexandra usa Kohan porque ese fue siempre su apellido. 

En Twitter, gente que parece conocerlo, cuenta que cada vez que Martín interpreta a Freud o Lacan lo hace en voz baja, agachando ligeramente la cabeza: “Mi mujer dice que cuando hablo de psicoanálisis digo cualquier cosa”.

Autor de las novelas Cuentas pendientes, Bahía Blanca o Segundos afuera, entre las más celebradas, también desarrolla una intensa escritura de no ficción sobre temas como el discurso bélico que funda un país, el legado de San Martín o las figuras de la industria del entretenimiento que encarnaron durante buena parte del siglo XX la sustancia del deseo popular.

Su gran tema, transversal a todo lo anterior, tanto en la escritura como en la docencia: la literatura argentina. Kohan nombra, señala, ofrece a quien quiera recibir: Fogwill, Saer, Aira, Libertella y la sorprendente máquina de lectura que toda su vida fue el genial Ricardo Piglia.

-Poco antes de Desvelos de verano apareció L​​a vanguardia permanente (Paidós). ¿Qué hay de novedoso​,​ en el sentido de hacer con la tradición, en la actual narrativa argentina?

Kohan- Pensar qué posibilidades hay, para lo nuevo, cuando lo nuevo en su sentido más radical parece haber acontecido ya: diría que en cierta manera el libro entero está dedicado a eso. La vanguardia, vuelta tradición, complica o incluso obtura la posibilidad de invocar así sin más la vigencia de lo nuevo; pero no por eso se infiere su clausura, su imposibilidad. En esa tensión y ese conflicto, propuse por caso en el libro la literatura de Pablo Katchadjián o de Mario Ortíz, o una novela como Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara.

​-Hay una preocupación por cuestiones sociales y políticas en Desvelos de verano (la intimidad, el dogma religioso). Recientemente ha hecho una reflexión acerca de la intervención pública por parte de los escritores, contrastando ​paradigmas​ ​​​com​​o el de A​i​ra y Viñas. En una época donde todo se pone en entredicho ¿Le parece que la ficción, con su recurso implícito, habilita la circulación de debates?

Kohan- Me parece que son instancias distintas. O que, en todo caso, habría que distinguirlas. Una serían las intervenciones públicas por parte de los escritores, aunque, como considero que un escritor en tanto que escritor lo que básicamente hace es escribir, adjudicaría esa otra clase de intervenciones más bien a un perfil de intelectual (que pueden asumir muchos que no son escritores y que muchos que son escritores pueden no querer asumir). Marcaría una diferencia sustancial entre esa clase de intervenciones y la propia práctica de la escritura. Y dentro de la propia práctica de la escritura, marcaría la diferencia entre las posiciones de enunciación que puede habilitar un ensayo, en cuanto a tomar posición, esgrimir ciertos enfoques, sostenerlos con argumentos o con estrategias retóricas; y lo que supone para mí la ficción, en la que no suscribiría a ningún criterio que la suponga una herramienta para explicitar y transmitir posiciones declaradas, maniobrar desde la intención del decir y desde la explicitación. Esa alternativa no es la que me interesa.

Las cinco finalistas del Filba Medifé. En Confesión (Anagrama), el exdictador Jorge Rafael Videla es el hombre que tensa de deseo y terror las tres historias unidas por los lazos de una familia.
Las cinco finalistas del Filba Medifé. En Confesión (Anagrama), el exdictador Jorge Rafael Videla es el hombre que tensa de deseo y terror las tres historias unidas por los lazos de una familia.

Hace unos días se dio a conocer la lista corta de las novelas que compiten por el Premio Medifé Filba, que le otorgará al ganador 500 mil pesos. De las 204 novelas postuladas, y luego de una lista inicial de diez elegidos, el jurado seleccionó cinco novelas que seguirán en carrera. El sello catalán Anagrama compite con dos títulos: Confesión de Kohan y Los llanos, del cordobés Federico Falco.

-Una acción inmediata y resolución sobre el final, sin mucho lugar para el juego de estructura que desarrolla en sus novelas. ¿Qué tan distantes resultan, cuento y novela, a la hora de proyectar la escritura?

Kohan- Tengo la impresión de que soy más clásico, por así decir, en la escritura de cuentos. No sé si en el lenguaje, pero sí en el formato narrativo. Me parece que en las novelas el relato se construye a partir de los silencios, de las elipsis, de una especie de suspensión; y alterando las secuencias lineales. Y que en los cuentos me atengo más tradicionalmente a una situación determinada, su desarrollo narrativo, su desenlace.

- Supongo que para usted, por tratarse de trabajo en su mayor parte, aunque inevitablemente con lugar para el placer, leer es una actividad constante. Desvelos de verano se anticipa a la temporada ¿Con qué otros títulos acompañaría la lectura estival? ¿Cómo combina idealmente verano y ficción?

Kohan- Como bien decís: la lectura es parte de mi trabajo. Pero como se trata de un trabajo que disfruto, no hay para mí una disociación entre trabajo y placer. Porque el trabajo me da placer. Por lo tanto, el verano no supone para mí una "zona liberada" (o un tiempo liberado) para un disfrute que, a lo largo del año, el trabajo podría haber impedido. No es eso lo que me pasa. Llegado el caso, podría incluso reservar para el verano (porque dispongo de más tiempo, eso está claro) las lecturas más arduas, más exigentes (La montaña mágica de Thomas Mann, por ejemplo, fue una lectura de enero: eso me permitió interrumpir menos, concentrarme más).

Imagen Penguin Random House.
Imagen Penguin Random House.

Martín Kohan nació en Buenos Aires en 1967. Enseña Teoría Literaria en la Universidad de Buenos Aires. Publicó ocho libros de ensayo, once novelas. Fue traducido al inglés, francés, alemán, italiano, portugués, hebreo, árabe, griego, búlgaro y polaco. Lleva su fanatismo por Boca al borde de la locura.