Ni Una Menos: la historia del movimiento que lucha contra la violencia de género
Desde las primeras marchas en 2014 y 2015 hasta los años más recientes, se detallan los hechos que propiciaron la organización de Ni Una Menos y un recorrido histórico hasta la actualidad.
El movimiento Ni Una Menos surge en Argentina a mediados de 2015 como una expresión de parte de la sociedad, mayoritariamente mujeres, que repudiaba la violencia machista en su versión más extrema: los asesinatos de mujeres a manos de hombres que la consideran su propiedad.
En otras palabras, era la protesta de la sociedad contra los femicidios, una figura tipificada en el Código Penal argentino desde el año 2012. En Córdoba bien se conoce de este tipo de crímenes: el más resonante en los medios a nivel nacional fue el asesinato de Nora Dalmasso en 2006, por solo mencionar uno. Más adelante, hubo otros casos testigo: los de María José Urbaneja en 2012, y Rocío Rodríguez y Julia Torres en el 2013.
Pero un antecedente para el comienzo de la organización del movimiento fue un triste crimen: el femicidio de Paola Acosta en Córdoba capital el 17 de septiembre de 2014. El asesinato a manos de su ex pareja, Gonzalo Lizarralde, con detalles particularmente escabrosos, dejó a una nena sin madre y fue el combustible que alimentó el repudio social. Provocó que la gente, sin distinción política, saliera a las calles a marchar en varias ocasiones, en una incipiente muestra de lo que la organización vía redes sociales podía convocar.
A nivel nacional, el movimiento tardó un poco más en organizarse, esta vez impulsado por otro femicidio: el de Chiara Páez, el 10 de mayo de 2015. La adolescente, que entonces tenía 14 años, estaba embarazada. Su asesino fue su novio, Manuel Mansilla, quien la golpeó hasta matarla y la enterró en el patio de la casa de sus abuelos en Rufino, Santa Fe.
El hallazgo del cuerpo al día siguiente fue la gota que rebalsó el vaso. Luego de tantos crímenes de hombres que mataban a mujeres por odio de género, comenzó la organización de marchas a nivel nacional. La convocatoria inició, otra vez, en las redes sociales. Se sumaron periodistas, actrices y referentes sociales, que fueron las caras visibles de una multitud que dijo basta a los femicidios.
Con esa primera manifestación, el 3 de junio de 2014, nacía el movimiento Ni Una Menos, que con el tiempo condensó una serie de reclamos feministas que varios sectores sociales pedían y piden desde hace tiempo.
No fue una manifestación más. Hubo marchas organizadas en todo el país, con convocatorias multitudinarias. Representó la cristalización del trabajo de años de una parte del activismo feminista argentino. En el caso de Córdoba, esa marcha convocó a 50 mil personas que coparon el centro de la ciudad, sin la presencia de personalidades políticas.
Las repercusiones de ese grito no se hicieron esperar. Tras esa primera marcha en Argentina, la consigna se masificó en manifestaciones en Latinoamérica, Europa y Asia. Llegó a Uruguay y Ecuador en 2015; a Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Nicaragua y Chile en 2016; también a Italia, Francia, Turquía, Alemania, Suiza, Canadá, Estados Unidos, China, Holanda, Bélgica, Paraguay, Guatemala, Costa Rica, Honduras, República Dominicana, España e Italia entre 2015 y 2018.
El recorrido
Con el tiempo, los pedidos se fueron diversificando y profundizando. Desde Ni Una Menos se apoyó la ley de resarcimiento económico a hijos de víctimas de violencia de género -la Ley Brisa, sancionada en 2019, con implementación dispar en el país-. Asimismo, adhieren al menos desde desde 2017 a la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito; y dieron impulso a la Ley Micaela, que lleva el nombre de una víctima de femicidio, fue sancionada en 2018 y establece la capacitación obligatoria en género y violencia de género para todas las personas que se desempeñan en la función pública en los tres poderes estatales -que recién en 2020 entró en vigencia en todo el país-.
En el medio y al masificarse el movimiento, algunas corrientes progresistas, de izquierda y kirchneristas pasaron a formar parte de él, por lo que las marchas comenzaron a estar teñidas de tintes partidarios, cuando en la primera manifestación asomaban tímidamente. También con el tiempo se incluyó a las disidencias: en las marchas se visibilizaron también los transfemicidios y travesticidios, y cobró relevancia el reclamo contra el odio a las lesbianas, las travestis, las bisexuales y las trans.
Con la llegada de Alberto Fernández a la presidencia en 2019, se creó el ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, que vino a dar respuesta a muchos de los reclamos de Ni Una Menos y fue el corolario de la visibilización de la agenda feminista. En sintonía con los pedidos del movimiento, el ministerio trabaja por “los derechos de las mujeres y diversidades, frente a toda forma de desigualdad y violencia, para construir una sociedad más justa con todos, todas y todes”, según indica en su página oficial.
A pesar de los avances, en 2020 no pierden vigencia los reclamos originales. Las consignas que Ni Una Menos nucleó desde aquella primera marcha siguen, en gran parte, sin tener una solución. El fin a la violencia de género y la declaración de la emergencia en la problemática, garantizar a las víctimas el acceso a la justicia, la publicación estadísticas oficiales de víctimas de violencia de género, la implementación de la Educación Sexual Integral y la protección de las víctimas con el monitoreo electrónico de los victimarios son reclamos que aún hoy tienen vigencia.
Para ponerlo en perspectiva, desde 2015 a mediados de 2019, con la última marcha, anunciaron que hubo al menos 1193 femicidios. A ellos se suman los de 2020: con el particular contexto de cuarentena, dispuesta para frenar la pandemia de coronavirus en marzo, la violencia de género sigue cobrándose víctimas. Hasta principios de mayo de 2020, se registraron 117 femicidios, según el observatorio de medios Ahora que sí nos ven.
Días atrás se publicaron las primeras estadísticas oficiales públicas de violencia de género, que indican que en 2019 hubo 268 femicidios directos y vinculados y 5 de personas trans y travestis. La ESI sigue sin implementarse en muchas escuelas del país y no todas las víctimas reciben protección ni acceden a la Justicia.