La ferretería de Julio Grondona a 10 años de su muerte
Su hijo Humberto recorrió el comercio familiar, por donde pasaron poderosos dirigentes a toda escala y se tomaron decisiones clave. Dice que se supo mantener el espíritu a pesar del paso del tiempo y recordó la decisión más difícil que tuvo que tomar después de la pérdida de su padre. Por Milagros Regueira de TyC Sports.
El canto de los pajaritos simulaba una mañana primaveral en Sarandí, corazón del conurbano bonaerense, a pesar de que el pronóstico del tiempo se encargaba de mostrar, una y otra vez sobre la pantalla del celular, que apenas unos 7°C contemplaban el ritual de la feria de los viernes que mantenía la atención de los vecinos.
Por un lado, los que pasaban y volvían con una bolsita—dando cuenta de que alguna de las ofertas había servido para la idea del incipiente almuerzo—y por otro, los que, detrás del volante, se lamentaban al tener que cambiar de dirección porque les impedían continuar.
En medio de todo esto, la puntual presencia de Humberto Grondona en la histórica ferretería de Don Julio era motivo de ruidos y alboroto entre los empleados, quienes no dejaron de cumplir con su horario laboral, pese a que el hijo del ex presidente de la Asociación del Fútbol Argentino le rendía homenaje a su padre a diez años de su fallecimiento con TyC Sports. ¿En el medio? El ruido de las máquinas del galpón trabajando, entre cobranzas y consultas por parte de los proveedores.
- ¿Cómo era la ferretería antes? ¿Qué cambió con el paso del tiempo?
- La ferretería nació en 1923 con mi tío Emilio y mi abuelo. Pero con el paso del tiempo, lo que fue cambiando es el espacio. Se fueron achicando los lugares para hacer todo más cómodo, pero las mismas cosas están en el mismo lugar. Lo que pasa es que el movimiento que hay ahora no es el mismo que había antes. Pero lo que ves ahora es la misma de esa época. El maderero atrás, el garage enfrente, la ferretería al costado. Después, los pasillos donde está la mercadería. Lo único que se ha cambiado por seguridad es que se ha puesto más vigilancia en los lugares donde trabaja la gente.
- ¿Cuál fue la decisión más difícil que tuviste que tomar en la ferretería después del fallecimiento de tu papá?
- La decisión más difícil fue que había que continuar. Por lo menos, hasta que se cumplieran los 100 años, que fue el año pasado, y ahí se acomodó todo lo que había que pagar, todos los cheques que había que levantar, y mi tía con sus hijas, que son las encargadas ahora, empezaron de cero pero con toda la mercadería paga. La idea mía y de mi hermano, por una promesa, me había puesto en la cabeza que tenía que llegar a los cien años. Por ahora estamos.
- ¿Cómo describirías el impacto que tiene la ferretería en el barrio?
- En el barrio fue todo. El 90 por ciento de las casas estaban hechas con el crédito que le daba mi tío y mi abuelo a la gente. En esa época, se usaba el cuaderno y la gente venía, llevaba, iba pagando… Se podía. El 98 por ciento de Sarandí tiene materiales de acá. La iglesia, los bomberos. Y las canchas, la de Arsenal lógico. Pero a los clubes de Avellaneda siempre se les ha dado crédito.
En compañía de la cálida presencia de la tía Malena, la hermana de Julio que se hizo presente a media mañana para supervisar los movimientos en la ferretería, Humberto reflexionaba sobre el espacio que le hacía acordar a su padre sin llamarlo por su nombre, insinuando que la herida de su pérdida aún sigue sangrando: “El escritorio me hace pensar en él. Vivíamos arriba y atendía a toda la gente ahí. Después, cuando se empezó a hacer lo de la estación de servicio, nosotros ya nos habíamos mudado a Avellaneda. Entonces, se repartía: atendía en la ferretería por la mañana y por la tarde en la estación de servicio. Atendía a todo el mundo; acá no solo venía gente del fútbol".
- ¿Qué figuras pasaron por la ferretería?
- Uhh, pasaron muchas. No te podría decir exactamente quiénes, pero gente de Conmebol, de FIFA, empresarios... Él los recibía a la vuelta, por Rivadavia. Entraban, tenían una sala donde la gente esperaba y estaba el escritorio de él. Atendía ahí, en la estación de servicio y en AFA. Ese era el método de él. Sin misterio.
Este escritorio fue, es y será el gran protagonista de la historia del fútbol argentino y mundial. En ese sillón, que en su momento había sido el trono de los titanes del deporte, se escribía y decidía parte del destino de los clubes. Con el paso del tiempo, se han transformado en guardianes silenciosos de historias, decisiones cruciales y secretos que no fueron, ni serán revelados.
La ferretería fue, es y será el lugar donde sigue vivo el recuerdo de Julio Humberto Grondona, a quien a 10 años del 30 de julio de 2014 en el que se apagó su vida intentan honrar con el mejor legado: trabajo duro y los colores celestes y rojos desgastados en la fachada de sus paredes. Estos tonos, al igual que los recuerdos, seguirán presentes hasta que la vida ponga un punto final.