Adrián Otero quería hacerse cordobés
Qué jugarreta del destino. Vino a matarse en Ballesteros, el mismo lugar donde había nacido Rubén Juárez. Los dos en un momento quisieron escapar de la locura de Buenos Aires e instalarse acá. Y los dos murieron. Rubén, por una enfermedad, y el cantante de blues en un accidente automovilístico. El autor de esta nota estaba hablando con él para trabajar juntos acá. Eso lo cuenta aquí
Nunca tuve una estrechísima relación con Adrián. Pero nos teníamos afecto.
Por eso no resultó muy extraño que en un momento del 2012, no me acuerdo con total precisión cuándo, nos reuniéramos en mi oficinita de los SRT para planear algo juntos.
Yo estaba poniendo al aire una radio aquí, y él quería venirse a vivir a Capilla del Monte.
Entonces le ofrecí que hiciera un programa nocturno de tango y blues. De las dos músicas. Le encantó la idea.
Y me dijo que estaba dispuesto a viajar todos los días desde su casa hasta la radio, algo que para mí era algo difícil de que sostuviera. Pero él insistía en que lo haría.
Cuánto se le pagaría, ni lo hablamos.
Al convocarlo, sabía que me estaba comprando un problema por esa cuestión económica, pero me parecía que el riesgo lo merecía. Podía ser un éxito.
Tango y blues con Adrián Otero, a la noche, en la radio. Esa era la propuesta.
Y un día del otoño de ese año, llegó la tremenda noticia.
Viajando en su auto con su novia Analía, ya a un paso de que la pareja se instalara en Córdoba, Adrián tuvo un accidente mortal.
Tenía 53 años.
Me quedó un lindo recuerdo de Adrián.
Teníamos buena onda, posiblemente porque vi en él algunas cosas valiosas. Su sencillez, su valoración del origen, su pertenencia al mundo laburante.
Había nacido en Villa Luro pero se sentía de Mataderos. Dos barrios porteños muy proletarios. Entiendo que de ahí venía, en él, el rock y el blues.
Le gustaba el fútbol, era de Vélez, que es un club de Villa Luro, y siempre me decía que cómo yo era de Boca. Siempre nos hacíamos bromas con eso de las camisetas.
Había trabajado en las oficinas del puerto. De ahí tuvo buena información para escribir El blues del estibador, aquel que solía presentar diciendo: -Blues obrero!
En el tiempo en que lo vi bastante seguido, en Buenos Aires, me contó que había escrito una letra sobre un bondi que iba por la avenida Rivadavia, el 5. Me la pasó, hablaba del barrio. Qué recuerdo. Guardo ese manuscrito, por supuesto.
Cuando fueron los 90, Memphis La Blusera, la banda en la que cantaba Adrián, saltó a la notoriedad porque se alió con el mundo Tinelli. Eso me cayó bastante pesado.
Venía de ser un número fuerte del mundo subterráneo del rock, y sé que mucha gente hoy puede recordar más su tiempo de estrellas de la tele, que el tiempo en que Memphis fue, esencialmente, un grupo pesuti, marginal y de trifulcas dos por tres.
Como ya conté, nos reencontramos unos años después, cuando yo ya estaba instalado acá, en Córdoba.
Recién le comenté que estaba escribiendo sobre Adrián al Gonza Puig, que fue uno de mis compañeros en la creación de Nuestra Radio, junto a César Pucheta, y me dijo que se acordaba, claro, de cuando el cantante apareció, sonriente y esperanzado de tener una vida mejor, en el edificio de los SRT.
Pero no pudo ser, Adrián.
Algún día, en algún lugar, quién sabe dónde, ya nos volveremos a ver.