El periodista Juan Cruz Taborda Varela cambia por un rato la faceta de historiador e investigador para narrar relatos de su vida. El libro de catorce historias va desde su infancia y sus abuelas hasta la cancha de Belgrano y el partido más sufrido de su vida.

Los textos que atraviesan “Atleta del recuerdo” (Recovecos) no fueron pensados para ser un libro, son escritos que se fueron hilando. La unión de cada relato es parte de su historia, aunque también podrían ser, según el escritor, las de cualquier lector.

Es su quinto libro. Previamente escribió La ley de la revolución: biografía política de Gustavo Roca (2016), El corazón sobre sus ruinas: crónica de una reforma que fue revolución (2018), Ambidiestra, Historias de Córdoba por derecha y por izquierda (2021) y Buscado (2021).

Redactado en computadora porque la escritura analógica la dejó hace tiempo, ilustrado por Agustín Massanet, con dibujos que separan los capítulos por ejes temáticos y con un marcado tono que hace emocionar se presenta este jueves a las 17,30 s en el Museo Evita, Palacio Ferreyra.

La preventa está disponible a través de Mercado Pago

—¿Es un libro de memorias?

Es un libro más bien de recuerdos. Habría que diferenciar memoria de recuerdo. La memoria en todo caso es colectiva, se construye entre una sociedad o al menos entre sectores sociales que tienen mismos principios, mismas ideas, mismas miradas del mundo. Los recuerdos, en cambio, son más bien individuales y personales. De todos modos, si bien se construye con recuerdos, lo que me dio la pauta de que esto se podía convertir en un libro es que esos recuerdos que en este caso particular le corresponden a una persona, quien escribe, son fácilmente identificables por otras personas como recuerdos propios, como experiencias que también vivieron, como situaciones por las que también atravesaron. Son recuerdos que también hacen al vínculo con sus abuelas o su abuelo o la relación que construyen con sus hijos o con sus hijas. Eso fue lo que me permitió decir bueno, esto de algún modo no me pertenece a mí, sino que lo que estoy contando permite emocionar a otra persona y le permite identificarse. No importa mi historia, lo que importa es que otras personas puedan recrear sus recuerdos a partir de estos recuerdos personales que yo cuento.

Hablas bastante de tus papas en el libro ¿Buscas reivindicarlos, homenajearlos? ¿Qué buscas con estos textos?

Ni reivindicarlos ni homenajearlos, reconocerlos. El reconocimiento a mi padre y mi madre llegó de modo más acabado cuando fui padre. Ser padre o madre, entre otras cosas maravillosas, permite entender lo que hicieron tus viejos por vos. Seguramente atravesaste momentos de tu vida en la adolescencia donde entendés o creés que tus viejos no te entienden nada. Después llegan momentos de madurez donde sos crítico porque no estuvieron presentes aquel día o no les importó esto que para vos sí fue importante. Pero en el momento en que sos padre comprendes de otro modo el rol, el lugar, el amor y la responsabilidad que te dieron tus viejos. Podes ser crítico, tener diferencias, te podés pelear por cuestiones políticas, creer que no hicieron todo lo que vos hubieras querido. En el momento de ser padre decís: hicieron un montón. Aún con lo poco que pudieran haber hecho fue un montón. Más que una reivindicación es un reconocimiento. Es un: ahora que soy padre puedo comprender todo lo que hicieron por mí.

Foto: Ezequiel Luque
Foto: Ezequiel Luque

¿Qué es Belgrano y por qué tiene un capítulo en el libro?

No es solo un club de fútbol. No es solo una marca cultural en relación al fútbol. La idea de amor a una camiseta o a un club va más allá del amor al fútbol. Lo que a mí me pasa con Belgrano le puede pasar a cualquier hincha con Talleres, Instituto, Racing o cualquier otro club. Son amores que no tienen explicación racional. Amas a tus viejos, a tus hijos y tiene explicación. A la hora de elegir una camiseta, un color, no hay explicación racional. Y en eso no racional ese amor se vuelve más profundo y te permite vincularte con otras personas y fortalecer ese amor. Es lo que me pasa a mí con Belgrano, el amor con mi hijo, con la familia.

Como el hecho futbolístico deja de serlo, deja de ser cultural para ser social y te permite analizar el mundo de otro modo a partir de hechos pequeños, situaciones particulares, asuntos que van más allá del fútbol. Cada hincha lo va a entender: el color de mi camiseta marca la impronta de mi vida, el amor que siento tiene que ver con un universo en donde me siento muy bien y que me permite conectarme con la gente que amo. A partir de eso se desprenden vivencias no futbolísticas que están atadas por ese mismo color celeste.

¿Belgrano es la unión entre tu papá y tus hijos?

Curiosamente mi viejo no era de Belgrano. Era de San Lorenzo y mantiene algún tipo de simpatía. Dado el peso que ha tenido Belgrano en la familia, mi papá (que lo terminamos llevando a la cancha) se hizo de Belgrano. Eso es lo que termina generando un amor mayor entre padre, hijos y nietos. Es lo que genera una comunidad, sentirte en un espacio en donde te unen principios e identidades muy fuertes. Termina siendo ese nexo de amor a partir de un partido de fútbol, que pasa a ser secundario siempre. La discusión entre un hincha a ver quién tiene más hinchada o campeonatos es siempre secundaria, lo importante es el lazo de amor entre distintas generaciones.

Hay una historia en el libro sobre un niño al que involuntariamente convertís en hincha de Belgrano ¿Cómo afrontarías si tu hijo no fuera de Belgrano?

Una historia contrafáctica… No sé lo que pasaría porque el niño lo eligió en función de ciertos condicionantes externos, no lo voy a negar. No sé si pasaría, pero hay una cuestión que va más allá de la elección de la camiseta y tiene que ver con la posibilidad de sentirte unido a tu padre o sentirte unido a tus hijos. Posiblemente en la discordia también hay unión y amor. Por suerte la familia es toda socia de Belgrano, pero no hubiera cambiado el amor que nos tenemos si hubiera elegido otra camiseta.

El libro tiene una frase al comienzo de Stefan Zweig que dice “Los libros se escriben para unir, por encima del propio aliento, a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido” ¿Quién querés que te recuerde y que querés que se recuerde con este libro?

  En principio no quiero que nadie me recuerde a mí, eso lo tengo muy en claro. Si le temo a dos cosas: a la fugacidad y al olvido. A la fugacidad en función de que cuando uno es más o menos feliz quiere que esa felicidad no se termine. Y sabiendo que la existencia es fugaz, esa felicidad se va a terminar. Y al olvido no en términos personales, el libro tiene una mirada muy personal, pero a mí me interesa muy poco en términos generales de mi vida. Le temo al olvido de aquello que queremos, de las personas que te hicieron lo que sos, de los recuerdos que nos construyeron como somos. El olvido es la única muerte posible.

En el libro me atrevo a hablar de muchas personas que ya no están, de algunas que en algún momento no van a estar. Y si me atrevo es para disputarle al olvido esa muerte final. En la medida que estén presentes en un recuerdo, esas personas que te quisieron y esos recuerdos que te moldearon no mueren. Para contrarrestar esa posible muerte del olvido es que escribo este libro. Después veremos qué pasa.

¿Sabías que en 2018 presentaste tu libro de la reforma tres días antes de que Argentina quede afuera del mundial y este se presenta tres días antes de que empiece la Copa del Mundo?

(Risas) No tenía presente el dato, no había hecho la conexión. Pero no soy cabulero así que no te preocupes.