Para las mujeres no hay edad para estar a cargo de las tareas de cuidado. La sobrecarga comienza en la infancia, cuidando a los hermanitos más chicos o atendiendo la casa, y así continuará hasta la vejez. Una exigencia no reconocida e invisibilizada. 

Aunque parezcan prácticas normales, no lo son. Ni siquiera el avance en ciertos debates sociales lograron el cambio cultural necesario para acabar con la desigual distribución de las tareas de cuidado y domésticas entre géneros. 

Con la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT 2021), el INDEC buscó analizar datos sobre cómo los argentinos reparten las horas del día para las distintas actividades cotidianas. Según los datos relevados, en Argentina la diferencia entre mujeres y varones es marcada. Son ellas quienes participan en mayor proporción en trabajos no remunerados, es decir doméstico, de cuidado, de apoyo a otros hogares o voluntario. En total, representan el 91,7%, lo que equivale a 9 de cada 10 mujeres, mientras que a los hombres alcanza en un 75,1%. 

Al desglosar las estadísticas, el porcentaje de participación de las mujeres en los diferentes tipos de trabajo no remunerado es siempre superior. En el trabajo doméstico, un 90,0% frente al 69,1%, en el de cuidado a miembros del hogar, 31,4% frente a 20,3%, y el de apoyo a otros hogares, a la comunidad y voluntario, 9,3% frente a 6,1%. 

También las mujeres los duplican en la cantidad de horas dedicadas. Para ellas el trabajo doméstico implica alrededor de cuatro horas, en cambio para ellos dos. En cuanto a las tareas de cuidados, una mujer utiliza unas seis horas y media, frente a las tres y media de un varón.

De acuerdo al Observatorio de la Violencia y Desigualdades por razones de Género, que generó un informe con los datos del último censo, 2.522.581 de mujeres, entre 18 y 65 años, se dedican exclusivamente a realizar trabajos de cuidados en el ámbito del hogar de manera no remunerada, siendo que para los varones la cifra se reduce a 485.823.

Si bien los varones el porcentaje de hombres que realiza actividades vinculadas al mercado laboral, es mayor, 55,9% y 37,7%, la sobrecarga de tareas cuidados, no las aleja del ámbito productivo, más bien les añade jornadas laborales, obligándolas a tener hasta tres simultáneo. 

“Puede que sigan trabajando en el ámbito productivo o espacio público, pero son más pobres de tiempo, porque tienen más jornadas sobre sus cuerpos, lo que resiente en el cansancio físico, en la salud mental, en la salud integral de mujeres y cuerpos feminizados, que al tener esta sobrecarga de trabajo, tienen muy poco tiempo para el descanso, el ocio y el autocuidado sobre todo”, explica Paola Bonavitta, investigadora del CONICET.  

NO ES NATURAL

Algunas teorías androcéntricas han intentado instalar que a lo largo de la historia de la humanidad, el varón fue el encargado de proveer. Sin embargo, hallazgos recientes, como los restos de una mujer con un “equipo de caza mayor” en los Andes peruanos, puso en jaque está visión.

Para Bonavitta, es en el marco de una sociedad patriarcal, capitalista y colonial, que la división sexual del trabajo establece que las mujeres están relegadas al espacio privado y al trabajo reproductivo; y que los varones se dedican a trabajar en tareas productivas, en el espacio público. “Tiene que ver con los orígenes del capitalismo y de cómo la mujer se va insertando de manera tardía y desigual al mercado de trabajo respecto de los varones, con menos derechos, menos posibilidades, percibiendo salarios inferiores, ya sea por falta de experiencia o por dificultades para su capacitación, o porque culturalmente las mujeres no tenían accesos a ciertos roles destinados de antemano a los varones”, sostiene y continúa: “Eso fue consagrando relaciones desiguales en el marco de un sistema que va oprimiendo a las mujeres desde todos los frentes, asumiendo que las relaciones de género son preexistentes y que deben ir incorporadas en la relación entre capital y trabajo también de manera desigual”.

Fuente: InfoRegión

FEMINIZACIÓN DE LA POBREZA

Los hogares sostenidos por mujeres son más pobres o tienen más riesgos de serlo. En nuestro país, más de la mitad de los hogares mono-marentales se encuentran bajo la línea de pobreza. Así lo expresa el relevamiento del Observatorio de la Violencia y Desigualdades por razones de Género, el cual indica que se trata del 53% y cuyo ingreso es 29,4% menos que en total de hogares.

“El concepto de feminización de la pobreza explica porqué las mujeres están engrosando el número de gente en situación de pobreza. De 10 pobres, 7 son mujeres; eso no es algo natural, es algo cultural, tiene que ver con el patriarcado, con el capitalismo patriarcal, y explica también que los roles de género, la división sexual del trabajo, las dificultades de las mujeres para acceder a la educación, a trabajos dignos, a un sistema de salud digno, sumado a una discriminación histórica sobre los cuerpos de las mujeres. Y que terminan afectando directamente a la estructura social y estableciendo que esa estructura cuando está compuesta por mujeres es más pobre que si lo está por varones”, describe Bonavitta.

Sobre esto, la investigadora insiste que a las mujeres debe sumarse la cantidad de tiempo destinado a trabajos no remunerados, “las triples jornadas laborales con las tareas de cuidado, domésticas y voluntarias”.

“En cambio, cuando el varón tiene hijos o personas a cargo, cuentan con mujeres que se encargan de esos cuidados para que ellos puedan salir a trabajar. Entonces detrás de ellos, siempre hay una red de mujeres que está ayudando a la sostenibilidad de la vida familiar.

En cambio, en el caso de las mujeres, no siempre existe esa red y si existe son también otras mujeres que están en igual situación precaria y de opresión sobre sus cuerpos por este exceso de tareas de cuidado. Esto de ser para otros, estar disponibles para otros, de ser un cuerpo que está siempre atendiendo a otras personas”, afirma. 

CAMBIO PROFUNDO

No es imposible modificar este escenario en el que las mujeres estamos en desiguales condiciones laborales, en relación al acceso al trabajo formal y con la división de las responsabilidades en las tareas de cuidados, pero se requiere una transformación cultural profunda.

“Sobre todo hay que tener en cuenta que hay que educar a la población para que esa corresponsabilización de los cuidados se realice efectivamente. No sirve nada aumentar los días de licencia por paternidad, que hoy son licencias de dos días, si después ese papá va a ir a la casa y no va a asegurar la supervivencia y sostenibilidad de la vida de ese bebe”, sostiene Bonavitta, para quien modificar esta realidad depende de cambiar al sistema en sí.

En Argentina, en los últimos años algunas políticas públicas han mejorado la situación de las mujeres cuidadoras, como la Asignación Universal por Hijo o la Jubilación para Amas de Casas. Pero, aún quedan demasiadas deudas pendientes para resolver esta “crisis del cuidado”.  Según Bonavitta, el proyecto de ley “Cuidar en Igualdad”, presentado por el Ministerio de Género y Diversidades, es un paso firme en ese sentido ya que propone la creación del Sistema Integral de Cuidados de Argentina con perspectiva de género que garantice la redistribución igualitaria de las tareas de cuidados. 

EL SÍNDROME DE LA AMA DE CASA

El impacto en la salud mental de las mujeres con sobrecarga en tareas de cuidado y domésticas es tal que se habla del “Síndrome de la ama de casa”. Bonavitta señala que tiene que ver por el tipo de trabajo que desempeñan: “rutinario, infravalorado, no reconocido e invisibilizado”.

Además, la crisis de los cuidados repercute en los crecientes índices de depresión, manías y trastornos de ansiedad. Aumenta el estrés, la irritabilidad y angustia de las mujeres que se sienten sobreexigidas y sin margen para un respiro o momento personal. 

Por supuesto el cuerpo físico no queda exento, sufre consecuencias. Por el tipo de actividad y esfuerzo que requiere cuidar a alguien o mantener la limpieza de una casa, se resienten huesos, músculos y articulaciones. De esta manera, son frecuentes afecciones como la hipertensión arterial, el sobrepeso, cefaleas permanentes o cansancio, entre otras.

“Los efectos negativos en la salud de las mujeres se producen por el exceso de trabajo y la falta de límite de horario, porque tienen que estar disponibles las 24 horas para la atención de otros u otras”, señala Bonavitta. 

NADA NUEVO

De la crisis de los cuidados se viene hablando desde la década del 70, cuando las feministas detectaron que cada vez la población era más longeva y que el cuidado de esas personas recaía en las mujeres.

Se trata de un fenómeno mundial que se puso en evidencia con el aislamiento obligatorio tras la llegada del coronavirus. Para muchas mujeres, la cuarentena significó realizar de manera simultánea y en un mismo espacio, su trabajo productivo, reproductivo y de cuidado, así como las labores domésticas. 

 “La pandemia vino a mostrarnos la importancia de las tareas de cuidado y sobre la continuidad de esos trabajos, que se realizan de manera permanente. También expuso que esos cuidados quedaron siempre a cargo de las mujeres, dando cuenta de la desigual repartición”, sostiene la investigadora quien realizó la encuesta “Cuidados, usos del tiempo y trabajos en cuarentena” para la UNC.