Bajo Pueyrredón y Barranca Yaco: "La verdadera cuarentena empezó ayer"
Los operativos realizados en Bajo Pueyrredón y Barranca Yaco, desnudan la difícil situación de la pobreza y la "ausencia del Estado". El duro relato del padre Diego Montiel.
Por Julio Kloppenburg*
Bajo Pueyrredón y Barranca Yaco, dos populares asentamientos ubicados a la vera de la ruta 19 en la ciudad de Córdoba, fueron testeados masivamente por personal de Salud. En el lugar
ya se han detectado 21 casos positivos y se aguardan los resultados de los nuevos estudios.
Recién se conocerían este fin de semana.
El frío no perdona.. y es tan cruel como la pobreza en el sector. El ingreso y salida de autos por esa vía en la zona este de la ciudad, a una cuadra del CPC de Pueyrredón, es incesante. La velocidad de la mayoría de los automóviles, que ha reiterado historias de personas muertas en accidentes, al querer cruzar de un asentamiento a otro, parece tener que ver con la vergüenza de los que por allí pasan sin querer ver la cara del abandono. Es que Bajo Pueyrredón de un lado, y Barranca Yaco del otro, son de los sectores más postergados de la ciudad. En las últimas 24 horas, dos barridas como nunca antes visitadas por funcionarios, agentes de salud, ministerios y otros emisarios de los gobernantes.
"En este lugar se muere de pobre". La sentencia pertenece al padre Diego Montiel, el representante de la Arquidiócesis de Córdoba en Barranca Yaco. Él, como pocos, conoce la triste historia de la muerte de Marta Guzmán, una de las dirigente artífices del Comedor barrial donde actualmente trabaja. "Le dio un pre-infarto. No tenía ni un celular para llamar a su hijo. Nos enteramos a la mañana siguiente. Aún con los últimos latidos y con chances de ser salvada, la ambulancia que llamamos nos dijo que a Barranca Yaco no ingresaban. Marta murió condenada por su pobreza", sintetizó el sacerdote. Esa condena de la que habla el "curita", como le llaman en las barridas, es la misma que condena, margina, estigmatiza a las mil trescientas familias de un lado y el otro de la ruta.
Mientras representantes del COE toman muestras de sangre e hisopados a gente de todas las edades, algunos vecinos se quejan por su infortunio: "Tenemos problemas de cloacas. Acá hay un río que pasa frente a nuestro hogar y no podemos respirar", denuncia una. Otro vecino se queja por la caída de su ingreso. "Desde que empezó todo esto no puedo salir a trabajar con el carro. Y ya no nos queda para comer". Otros, se quejan por el frío: "Pase, sienta usted el frío que cala los huesos a través de las chapas". En ese caldo espeso, donde sobra la dignidad y abunda también la violencia, irrumpe como un visitante inesperado ese "virus" que comienza a aterrorizar a todos.
"La verdadera cuarentena empezó ayer en Bajo Pueyrredón y Barranca Yaco", dice el padre Montiel. "Es tanto el temor que provocó conocer los veinte casos positivos que obligó a encerrarse. Algo difícil porque la gente vive más en la calle que en sus reducidas casitas".
Mientras varias mujeres avanzan por las calles polvorientas y de diagrama caprichoso rumbo al comedor parroquial, arrastrando a sus críos en una carrera de ollas por llegar a la comida solidaria, una fila amistosa de viejas comadres espera en el sitio que convoca en el interior de la villa para repartir el sustento. Allí, todas comparten las últimas novedades de "los estudios médicos" que sorprendieron a todos.
"Acá tenemos miedo al contagio", comenta el padre Diego. Si arranca el virus será muy difícil frenarlo. La gente vive hacinada. Otros, en la calle. A veces pienso y me pregunto: ¿Que harían si el barrio se contagia? ¿Podrían llevarse para aislar a todos como hicieron los doce integrantes de la familia?", sentencia el sacerdote.
Una mujer en la fila del comedor mira el cielo. Se abraza a si misma, despejando un escalofrío que le provoca los dichos del sacerdote. Se persigna, esperando que esas frases no sean una sentencia de mal agüero.
La cocinera del comedor se asoma y dice: "Jamás se han ocupado de nosotros como en esta última semana. Trajeron médicos y enfermeras. Aunque nadie debe olvidarse que el agua lavandina que usaron esta mañana para desinfectar el polideportivo jamás podrá limpiar la historia de olvido que sufrimos. No señor. Eso no se olvida".
Con esas marcas, las de inmumerables historias de abandonos, los vecinos de Bajo Puyrredón y Barranca Yaco esperan que el virus innombrable sea, con el correr de los días, un olvidable chusmerío de barrio.
*Periodista de Canal 10.