A dos años del incendio en el Pato: pastizales, rebrotes y un "cementerio" de árboles
Una recorrida por la zona permite ver el grave impacto que dejó el fuego en 2020. Troncos, árboles y postes quemados y los residuos del incendio que no desaparecen. En una zona de alto valor inmobiliario, insisten en que el fuego fue intencional. Mientras tanto, avanza la lenta recuperación natural.
El 30 de septiembre de 2020 se produjo en el límite de Villa Santa Cruz del Lago y Carlos Paz un voraz incendio que terminó con casi 300 hectáreas de monte nativo, en los alrededores de la emblemática Torre del Pato.
Un fuego, que se señaló como intencional, abrió una vez más el rumor del tan peleado desarrollo inmobiliario y urbano que hay desde hace años por la zona. Un sector ampliamente codiciado, pues es una de las pocas costas vírgenes y con una vista incomparable que hay en los alrededores del Lago San Roque. Y tiene la única costa de arena de ese espejo de agua.
Aquel miércoles 30 de septiembre murieron miles de árboles del monte que caracteriza la zona, entre una incalculable pérdida de fauna, además del daño a instalaciones eléctricas y postes, y una amenaza a las viviendas, algunas de las cuales el incendio quemó. Las llamas alcanzaron las jurisdicciones de Carlos Paz y Santa Cruz del Lago, y también Parque Síquiman.
La zona es considerada “Categoría Amarilla” por la Ley de Bosques Nativos, en términos de conservación, mientras que una importante porción es ahora también, por ordenanza de Carlos Paz, reserva protegida.
Daño ambiental y un extenso “cementerio de árboles muertos” entre los pastizales
Una recorrida por la zona a dos años del fatídico siniestro muestra un panorama desolador en el monte: cientos de árboles de pie, pero que están muertos o gravemente quemados. Por el contrario, hay algunos rebrotes de especies nativas, en los casos de los ejemplares que tuvieron la suerte de salvarse o salvar sus raíces. Pero además, creció mucho pastizal, que ha vuelto a la zona de alto riesgo de incendios en el período de sequía.
Durante la visita al lugar, se pudo ver patrullando una cuadrilla del ETAC. “Estamos acá porque tenemos una muy buena vista a los alrededores y actuamos de inmediato si se desarrolla un incendio, aquí cerca hay zona de riesgo de interfase y siempre estamos atentos”, dice uno de los integrantes de ese cuerpo de vigilancia que vigilaba el sector.
Los uniformados dijeron que la zona es “muy combustible” y señalan como uno de los riesgos a estos cientos de ejemplares que, secos y quemados, quedaron de pie junto a pastizales que por momentos dan la impresión a una frondosa vegetación… que verdaderamente no hay.
Al respecto, el biólogo Federico Kopta, en diálogo con cba24n.com.ar, opinó que “sobre el tema de los árboles nativos que quedan secos hay un dilema porque por un lado son una carga de combustible que pueden complicar un futuro incendio, pero por otro lado su extracción puede alentar a seguir quemando para después obtener leña seca”.
Por su parte, el biólogo Ricardo Suárez expresó a este medio que de todos modos esos árboles quemados “no son combustible disponible de manera masiva sino que se necesita mucha energía (fuego) para prender ese tipo de leña, que es una leña pesada”.
Mientras tanto, ambos especialistas coincidieron en una particular “utilidad” de los árboles quemados para la reforestación natural. Suárez dijo que la utilidad que ofrecen estos árboles quemados, pero que siguen en pie, es “para que sirvan de perchero”. “Esto significa que sirven para que venga un ave, defeque sobre esa rama y las semillas que comió, que puede ser de un árbol nativo, queden en el terreno y nazca un nuevo árbol”, agregó, al destacar que estos fenómenos naturales permiten al traslado de semillas a zonas donde pueden no haber disponibles.
Suárez, en este sentido, también se mostró contrario a la quita de estos árboles quemados y dijo que en esta utilidad de “percheros”, también les permiten ser soporte del nacimiento de nuevos árboles y especies, muchos de los cuales se valen de estas “perchas” para crecer. Kopta, en el mismo orden, dijo que la permanencia de estos árboles pueden promover nutrientes y ser soporte para otras especies o enredaderas.
Finalmente, el propio Suárez, especializado en reforestación, destacó que es necesario el paso de al menos dos años para esperar la recuperación del fuego, que pierde su humedad y las especies con los incendios, que se llenan de cenizas y sufren una afectación que impide el desarrollo de reforestaciones en las primeras etapas luego del fuego. Al mismo tiempo, destacó la importancia de cuidar estos terrenos de la acción del hombre o del pastoreo, para propiciar su recuperación.
Las especies que se perdieron y los esfuerzos para reforestar
Inmediatamente ocurrido el incendio, fue muy valioso el accionar voluntario de vecinos autoconvocados y de al menos dos agrupaciones que habitualmente se ocupan del medioambiente: “Compartiendo Semillas” y “Ecosistemas Argentinos”.
Martín Facundo García, vecino de Síquiman y miembro de la primera de esas agrupaciones, contó a cba24n.com.ar que realizaron distintas caminatas de relevamiento para evaluar los efectos de aquel incendio. Y recuerda: “El primer panorama fue terrible y desolador; nos encontramos con muchas especies quemadas más la fauna perjudicada por este incendio. Pero lo que más nos dolió fue la muerte de los -árboles madre- que son los que aportan muchas semillas para estimular el ciclo del bosque nativo”.
García destacó que el fuego quemó y terminó con cientos de árboles, arbustos y otras especies. “Cuando pensamos en el bosque muchas veces pensamos en los árboles, pero en estos incendios se pierden muchas especies que son fundamentales para el ciclo natural y la retención de agua”, advirtió.
Según enumeró, con el incendio se quemaron ejemplares de Molle, Tala, Moradillo, Espinillo, Piquillín, Palo de Leche, Guindillo, Sombra de Toro. También otras especies de menor porte, arbustos, enredaderas, hierbas, helechos, entre otros. Esto, sin contar la gran cantidad de especies de fauna autóctona que murieron o perdieron su hábitat.
Martín, en línea con lo señalado por Kopta y Suárez, destacó la importancia de concientizar sobre la importancia de permitir que el monte comience su recuperación natural tras el fuego. Por eso se acercaron a la zona en varias oportunidades, como lo hicieron otros vecinos que incluso colocaron carteles para estimular el cuidado de los campos.
VER: Tras el voraz incendio, comienzan a brotar las especies nativas en la zona afectada
En ese sentido, tal como pudo relevar este medio poco tiempo después del incendio, destacó que con el tiempo varias especies lograron rebrotar y de a poco se han recuperado, mientras persisten numerosos troncos y árboles quemados, muchos de los cuales murieron. “Algunos salvaron sus raíces y por eso en los alrededores del árbol quemado pueden rebrotar”, dijo. No obstante admitió que no todos logran recuperarse debido a la imposibilidad de hacer fotosíntesis, luego de perder sus ramas y hojas.
Ahora, a dos años del incendio y al llegar las lluvias “uno ve todo verde, pero es mayoritariamente pastizal”, dice García, al recordar los efectos negativos que tuvo este incendio en la “pérdida de biodiversidad, merma del caudal del arroyo Los Mimbres, destrucción de vertientes, aporte de cenizas y contaminación al lago”, entre otros.
VER: Impresionante: una calle se transformó en un río de agua negra tras los incendios
Los incendios y la desaparición del bosque nativo
El recorrido de este artículo es una invitación a reflexionar sobre el lento y dificultoso camino que implica recuperar el medioambiente tras los incendios forestales. No hay que olvidar que en la provincia de Córdoba, que también se ha visto jaqueada por el desmonte, queda disponible alrededor del 3% de su bosque nativo original.
Un dato permite dimensionar el daño que han causado los incendios, muchos intencionales, a nuestro monte autóctono. En 2021, un informe del Instituto Gullich fue revelador. Al detallar los efectos de los incendios en la provincia, el reconocido organismo confirmó que entre 1987 y 2018 “el fuego afectó el 57,9% de las sierras de Córdoba”, mientras que “en esos 31 años, 9.210 focos asolaron 1.609.672 hectáreas, el equivalente a casi 28 ciudades de Córdoba Capital”.